Jóvenes, ¡hagan el futuro!
P. Adolfo Güémez, L.C.
El Papa vuelve a sorprender al mundo. Hace unos días tuvo un encuentro virtual con
jóvenes de los 5 continentes.
Este Papa apuesta por lo alto. No quiere quedarse aislado de la sociedad moderna. Y una
manera particular de hacerlo es relacionándose con la juventud cada vez que encuentra la
oportunidad.
Ha llamado particularmente mi atención la pregunta que el joven Sina, de Turquía, le hizo
durante el diálogo. Preguntó cómo sería el futuro.
Francisco respondió, al inicio en plan festivo, después con una gran profundidad: «Yo no
tengo esa bola de cristal que tienen las brujas para mirar el futuro. Está en tu corazón, en tu
mente y en tus manos. El futuro lo tienen los jóvenes que tienen alas para soñar y raíces
para respetar la sabiduría de sus mayores».
La juventud es la edad para proyectar altos ideales, para soñar con grandes propósitos. No
inalcanzables, aunque sí difíciles y arduos, pues precisamente en esta etapa se tiene la
energía necesaria para dar la batalla que éstos requieran.
Pareciera que el Papa está gritando a la juventud que despierte. Que no se deje anestesiar
por el materialismo y su insaciable hambre de placeres, tan inmediatos como pasajeros.
Ha llegado la hora en que los jóvenes sueñen con un futuro mejor. Más lleno esperanza que
de miedos. Repleto de amor y vacío de intereses mezquinos. Desbordante de una paz
profunda y ausente de sucedáneos de la felicidad, cuyo único fin es vaciarnos de lo que
realmente vale.
No, los jóvenes no están hechos simplemente para “pasarla bien”, amoldándose a lo que los
otros les digan o marquen como “normal”. ¡Ellos fueron creados para lanzarse a una vida
apasionante, plena y total! El secreto no está fuera, sino que lo llevan en su corazón, en su
mente y en sus manos.
En su corazón, porque en él guardan la fuerza de un volcán en erupción, que, si así lo
quieren, más que destruir, será capaz de edificar un mundo nuevo, lleno de oportunidades.
En su mente, porque, iluminada por la fe, les abrirá un horizonte inmenso sobre el cual sus
oportunidades serán infinitas.
En sus manos, porque sólo ellas tienen las fuerzas para trabajar por lo que el mundo
necesita, haciéndolo progresar y avanzar hacia una sociedad más justa y equitativa.
Ciertamente mirar al futuro a veces nos llena de miedo. No sabemos qué pasará, ni siquiera
si llegará. Es por eso que lo hemos de caminar de la mano de Dios, el único dueño del
tiempo pasado, presente y futuro.
Pero no olvidemos el último consejo del Papa: tener raíces para respetar la sabiduría de sus
mayores.
Un árbol joven puede parecer muy frondoso y lleno de vigor, pero aún debe echar raíces
sólidas para asegurar que no sea arrancado por el primer viento que lo azote. Es por eso que
sus proyectos y sueños han de hacerse más fuertes apoyándose en aquéllas personas que ya
han vivido lo suficiente como para poder orientarnos y evitarnos caer en errores
innecesarios.
La sabiduría no es la ciencia del que lo conoce todo, sino del que conoce aquello que es
esencial para ser feliz. Por eso, la prueba para saber si hemos encontrado a una persona
sabia no son las canas o las arrugas, es la alegría profunda que sólo puede brotar de un alma
en paz.
El Obispo de Roma se despidió diciendo a los jóvenes: «Hagan el futuro». Sí, proyéctenlo,
constrúyanlo y trabájenlo. No mañana. ¡Hoy mismo! Porque el mundo, en cierto sentido, ya
está en sus manos.
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