España y la virtud moral del patriotismo
´ Ángel Gutiérrez Sanz. ( Dr. Catedrático de Filosofía)
En España vivimos tiempo de desconcierto. No sabemos ya de donde
venimos ni a donde nos dirigimos. Decidimos hacer tabla rasa de nuestro
pasado, nos olvidamos de nuestras esencias, renegamos de nuestros
valores , renunciamos a nuestros principios se desvanecieron nuestros
sueños y ahora mismo estamos desnortados, sin saber como enfrentarnos a
problemas graves que nos acucian y ponen en cuestión nuestra propia
identidad nacional, sin que tengamos ningún tipo de referencia a que
agarrarnos. Esa España portadora de valores morales y cristianos fiel a su
historia y segura de sí misma, se ha convertido en una nación
descristianizada que va a la deriva. Esa España cristiana y misionera,
nodriza de mundos renacientes gestadora de hazañas heróicas inspiradas
en ideales sublimes ha dejado de ser grande, ha dejado de ser querida y
respetada. La España moderna surgida de la constitución de 1978 es bien
distinta, hasta el punto de haberse vuelto irreconoscible, donde ni siquiera
está a salvo la unidad nacional. Lo que ahora nos queda es una España
dividida, insolidaria y débil. Ha bastado con que viniera algún iluminado
para poner en jaque lo que creíamos seguro y todo ha comenzado a
tambalearse , incluso la propia constitución. De hecho, la única solución
que se vislumbra como solución a los nacionalismos idependentistas es dar
marcha atrás y decir digo, donde dije diego.
Como salida de emergencia se habla ya de cambiar la Carta Magna que
durante estos últimos años parecía ser la tabla de salvación y no es que
crea yo que no deba ser cambiada, no. Sin duda hay mucho que cambiar
en una constitución que se dice de todos los españoles ; pero que en
realidad fue refrendada en su día por menos del 59 % de electorado y hoy
no sabríamos cual sería el porcentaje, una constitución hecha con prisas y
de forma improvisada, una constitución que hay que cambiarla porque es
exponente no del interés nacional sino de los intereses partidistas, fruto
del chalaneo para contentar a unos y a otros. En aquellos momentos de la
transición ¿ quien pensó que el futuro de España era lo único importante,
quien se ocupó de que su unidad de destino universal estuviera por encima
de lo que pudieran pensar o dejar de pensar en un momento determinado
los políticos de turno? Estaba cantado que tarde o temprano aparecerían
las grandes cuestiones a las que no se las dio solución adecuada, porque lo
que hicieron nuestros políticos entonces, fue un apaño para salir del paso al
socaire de revanchismos, deslealtades y traiciones. Ahora se ve la cosa con
más claridad
Se supone que las constituciones han de hacerse en función de los
intereses nacionales y no de los intereses bastardos de los políticos de
turno. De nada sirve , pienso yo, una constitución supuestamente modélica,
que no es el caso, si en ella van inoculados los gérmenes de la
desintegración nacional y no cabe duda, que los independentismos al uso
tenían ya la mitad de camino recorrido con la creación de las nacionalidades
consagradas por la constitución del 1978 . Es así como nacen las
autonomías que no sólo comprometen la unidad nacional, sino que su
mantenimiento nos ha traído la ruina económica , hasta el punto de que
son las causantes de una deuda pública que amenaza con hipotecar el
futuro de las próximas generaciones que se están viendo obligadas a poner
los pies en polvorosa, porque en su país carecen de presente y de futuro. A
pesar de ser evidente, que este invento de los entes autonómicos, es un
lujo que no nos podemos permitir, aún así, su futuro parece no correr
riesgo alguno, mucho menos incluso, que la propia integridad nacional de
España. Es ahora cuando comenzamos a ser conscientes del drama que se
nos avecina, cuyas consecuencias son imprevisibles. Si al final España
deja de ser España, de ello tendrán que responder las instituciones, los
parlamentos, las leyes, los gobiernos, los políticos, los españoles que
renegaron de ella, los que la traicionaron y también los que no salieron en
su defensa, cuando más lo necesitaba
Desgraciadamente los nacionalismo de moda, llámense catalanismo,
vasquismo o galleguismo, aunque parezca paradójico están más arraigados
que el españolismo milenario del que muchos incluso se avergüenzan.
Para nada vale tratar de tranquilizar al pueblo con argumentos débiles e
inconsistentes. Inutil resulta decir por activa y por pasiva que la
desintegración de la nación española es imposible porque cae fuera del
marco constitucional . De acuerdo en que hoy por hoy, la desintegración
nacional no es posible, porque no sería legal ; pero mañana podría serlo y
esto no es nada tranquilizador. De hecho ya se está trabajando para
acomodar la legislación vigente a unas pretensiones que nos pueden
acercar cada vez más a la desarticulación de España y esto es precisamente
lo trágico. Confiar la seguridad nacional a la legalidad vigente es tanto
como hacerla depender de los volubles vaivenes de la política , lo que
quiere decir que lo que vale para hoy no valdría para mañana.
De nada sirve tampoco tratar de tranquilizar al pueblo con argumentos de
conveniencia diciendo que la separación de Cataluña y España no es viable
porque sería un negocio poco rentable para ambos, es decir, una operación
desaconsejable desde el punto de vista práctico tanto para una parte como
para la otra. Me parece miserable este tipo de razonamientos, inspirados en
el más puro mercantilismo. Ha de entenderse una vez por todas que no se
trata sólo de legalidades, ni de pragmatismo, sino de legitimidad y es
evidente que la legitimidad está por encima de la legalidad como la moral lo
está por encima de la política. Cataluña igual que los demás pueblos de
España están unidos a ella por vínculos más profundos que trascienden
cualquier tipo de practicidad y oportunismo. La razón de su unidad está
en motivos mucho más profundos, hay que buscarla en el sentido de la
historia, que fue fraguándose durante muchos siglos de convivencia, en los
que codo a codo y de forma conjuntamente ininterrumpida fueron
entretejiéndose los hilos de esta gran nación, España, que viene a ser la
obra conjunta de quienes compartieron afanes y proyectos en común, con
la mirada puesta en un mismo destino que no puede deshacerse de un
plumazo, así, por las buenas. Romper España sería violar los sagrados
derechos de todo un pueblo , que se remonta hasta los Reyes Católicos
España no es un patrimonio de la presente generación con capacidad de
hacer con él lo que le venga en gana . Se trata de una herencia de nuestros
antepasados que costó muchos sudores y lágrimas y que se nos entregó
para que fuera traspasada en toda su integridad a las generaciones futuras.
España viene de tan lejos que está por encima de lo que unos y otros
puedan pensar sobre ella en el momento presente, máxime teniendo en
cuenta que hoy día, la virtud del patriotismo luce por su ausencia, nos lo
acaba de demostrar el dato estadístico sonrojante de que solo un 16% de
los jóvenes españoles estarían dispuestos a defender a su patria. En estos
tiempos en los que se carece de espíritu nacional y por contra está muy
vivo el sentimiento autonómico, resulta extremadamente peligroso tomar
decisiones al respecto. Es evidente que el patriotismo ha dejado de ser
valorado por unos ciudadanos, que se han acostumbrado a vivir con un
himno nacional sin letra, es decir sin alma, que ven quemar su bandera
nacional, sin que ello les provoque dolor e indignación, diré más, el
patriotismo es visto actualmente como el residuo de un trasnochado
fanatismo, en un pasado en que a los escolares se les impartía una
asignatura denominada Espíritu Nacional , algo que actualmente es visto
como una depravación, no así el espíritu regionalista exacerbado que se
enseña en las escuelas vascas o catalanas con cierta dosis de
animadversión hacia la madre patria. Para este tipo de espíritu nacionalista-
separtistas todos los respetos y consideraciones, eso sí. Esto es lo que se
llama el mundo al revés. Después de tantas reformas educativas a nadie se
le ha ocurrido recuperar esta asignatura que tanta falta está haciendo,
para que fuera cursada obligatoriamente sobre todo por parte de los que se
dedican a la política. Si importante es hacer del español un buen ciudadano,
no lo es menos hacer de él un buen patriota, como sucede en otras
latitudes. Hasta la misma prensa, con raras excepciones, ha contribuido a
difundir la idea de que el amor a la Patria y la defensa de su unidad nacional
es cosa de unos cuantos fanáticos peligrosos que hay que tener
amordazados y bien controlados.
En una nación como España, donde el patriotismo ha pasado a ser un
término proscrito, cabe esperarlo todo, por eso mismo, los tiempos
presentes no son los mejores para decidir los destinos de nuestra nación.
Hay que esperar a que los españoles y de modo especial los políticos, estén
imbuidos del espíritu patriótico a la hora de abordar las cuestiones
trascendentales para estar seguros así de que España tiene unos valedores
fiables.
Después de los distintos episodios sedicionistas ocurridos en Cataluña que
vienen de muy atrás, yo no acabo de comprender por qué hoy el tema a
debatir sobre la mesa haya de ser la independencia sí o independencia no,
cuando de lo se debería estar hablando es de la conveniencia o no de
suspender al menos temporalmente, su autonomía. Siempre se nos había
dicho, que según el espíritu constitucional lo negociable es lo segundo y
no lo primero. ¿ En que quedamos? Es urgente entrar en razón y
comenzar a pensar que así como las partes están supeditadas al todo,
Cataluña ha de estar en función de España, sin que por ello se quiebre la
mutua correspondencia y cooperación entre ambas.
En estos momentos en que España ve quebrarse su estrella, resulta más
oportuno que nunca recordar que el patriotismo ha de seguir siendo la
virtud moral llamada a presidir toda acción política. Desde aquí elevo mi
oración al cielo, para que España comience a ser sentida por sus hombres y
mujeres no sólo como “país” sino como patria, para que acabe su duelo y se
aligere el peso abrumador de su acabamiento. A ti, España, sagrada
España, quiero mirarte con ojos ardientes y poder penetrar el secreto que
se escondes en tus entrañas profundas, más allá de los tiempos. No quiero
verte morir sin que nadie haga nada por defenderte, no quiero asistir al
triste final de un pasado tan glorioso, sin que nadie se aflija por ello