Cabina de mando
P. Fernando Pascual
30-8-2014
En la cabina de mando hay botones, palancas, pedales, uno o más volantes, y tanta información. Quien
tiene el deber de decidir, observa, aprieta, acelera, gira, apaga, frena.
Ante los ojos de mi alma aparecen cientos de posibilidades. Leer un libro u otro (o no leer ninguno).
Abrir o cerrar la puerta de esta o de otra manera. Ceder el paso o adelantarme. Saludar o fingir que no
he visto a esa persona. Acostarme antes o después. Poner más o menos azúcar al café. Apagar la
computadora o dejarla encendida. Descargar ese nuevo programa o dejarlo de lado.
Cada decisión orienta y dirige en camino de mi vida. Un acierto me llena de alegría. Un error me
inquieta, a veces provoca daños más o menos profundos en mí o en otros.
Tengo ante mí cientos de opciones disponibles. ¿Cómo se combinarán entre sí? ¿Cuál será el
resultado? ¿Cómo influirán en la vida de quienes están cerca o lejos? La mirada intenta ir más allá de
las tinieblas del futuro, pero son tantos los “botones” que no acabamos nunca de tenerlo todo bajo
control.
En la cabina de mando de mi alma se toman cada día cientos de decisiones. Con ellas escribo mi
historia y la de otros. Con ellas avanzo hacia el bien, la verdad y la justicia, o retrocedo hasta
esconderme entre nubes de pecado, de egoísmo, de miseria.
La vida no me permite momentos de pausa. No decidir también lleva a consecuencias más o menos
importantes. Un botón apretado en el momento erróneo dañará mi vida o la de otros. Un giro de
volante dado desde la prudencia, el amor y con la ayuda de un buen consejero, me hará acercarme un
poco más a Dios y a los hermanos...