DE TRANSEUNTES A INVITADOS.
Señor, no veas, en estas líneas, un cuestionamiento.
Si así lo parece es porque no sé expresarme muy correctamente.
Sé que cuestionarte es lo que con mayor facilidad y prisa hacemos.
Lo nuestro debe pasar por buscar aceptarte por más que tus cosas no coincidan con
nuestros gustos o deseos.
Hay oportunidades que cuesta entenderte.
No hablo de la vida porque allí eso es un algo casi constante. Hago referencia a lo
que dicen los relatos evangélicos.
El ejemplo es muy claro y no ofrece muchas razones para las preguntas pero, si ese
ejemplo hace referencia al actuar del Padre Dios, .......... es allí donde surgen
algunas interrogantes que hacen que cueste entenderte.
Invitó. Preparó la fiesta. Nadie asistió. Cada uno tenía otra razón más importante
para no estar presente.
Cursó la invitación a otros hasta colmar el salón.
Hasta aquí todo es muy claro y entendible. Me animo a decirte que todo es
absolutamente normal porque muy lógico.
Creo que es muy fácil unir esta imagen con Dios. Así, suponemos, debe ser su
actuar.
Entra al salón y se detiene ante aquel que no está con la ropa adecuada para la
fiesta.
Sé que no hace, el ejemplo, referencia a lo exterior.
Sé que no importan las apariencias y entonces...........
Toda la magnanimidad del invitador se hace trizas ante el hecho de encontrar a uno
con una ropa inadecuada.
Parecería como que se olvidó de que ninguno de aquellos eran sus invitados
primeros y espera que estén prontos, estos, para una fiesta que no esperaban.
Quizás ni sabían que motivaba la fiesta a la que se les invitaba.
De transeúntes pasaron a convidados.
¿A qué hacés referencia con eso del vestido de fiesta?.
Sin lugar a dudas debe ser algo verdaderamente importante como para que
despierte tal reacción de quien había sido benevolente para con los primeros
invitados que se excusaron de asistir.
Si es un algo tan importante, tal vez, estás haciendo referencia a una actitud
porque ello es lo que hace al meollo de la cuestión para Dios.
No es suficiente la presencia como respuesta a la invitación recibida. Necesario se
hace tener una actitud correspondiente a la situación.
Necesario se hace tener una actitud festiva porque participando de una fiesta y ella
es la manera correspondiente de responder a la invitación.
No alcanza la presencia para participar de la alegría del invitador.
Cada uno de nosotros hemos sido invitados a la fiesta de Dios que es la cotidiana y
espontánea celebración de la vida.
Allí debemos vivir con una actitud acorde a la invitación recibida.
Sobrados son los motivos que, diariamente, poseemos como para hacer de lo
nuestro un prolongado gracias.
Muchísimas son las veces que encaramos la vida con una actitud muy distinta a
sabernos invitados a participar de una celebración con Dios.
Muchas veces no vivimos la fiesta cotidiana del amor con la alegría a flor de piel
como para testimoniar somos partícipes del milagro del amor.
En oportunidades nuestra actitud es la de ser los propietarios de la fiesta y otras,
muchísimas más, estamos muy lejos de tener una actitud de invitados.
Creo que, muchas veces, nos consideramos los propietarios del salón donde el
Padre Dios organiza la fiesta y nos consideramos merecedores de algún tipo de
retribución a cambio del salón utilizado.
Todo pasa por un dejar de ser transeúntes por la vida para vivirla como invitados a
una celebración.
Todo pasa por vivir cada momento inmersos en esa fiesta donde todo es gratuidad
y alegría.
De no ser algo así......., realmente me cuesta entenderte.
Padre Martín Ponce de León SDB