La segunda muerte de víctimas inocentes
P. Fernando Pascual
25-7-2014
Un atentado. Decenas de muertes. Hombres y mujeres, niños y ancianos. El grupo terrorista quería,
simplemente, provocar muchas víctimas.
La noticia se difunde, pero con poco interés. Aparece quizá en páginas interiores de un periódico, o en
un flash informativo de la televisión. “En un atentado en tal lugar han muerto tantas personas”.
Otro atentado. Tres o cuatro muertos. Por motivos diversos, los medios informativos dan a esas
víctimas una relevancia enorme. Reproducen sus fotos, narran sus historias, ofrecen opiniones, hablan
de condenas nacionales e internacionales.
Cada víctima inocente de un atentado merece respeto y justicia. Parte de esa justicia consiste en una
adecuada información sobre lo sucedido y en una condena firme contra los terroristas despiadados, sin
fijarnos de dónde son o qué dicen defender.
Por eso es triste constatar cómo tras algunos atentados se provoca una “segunda muerte” de las
víctimas. No bastó con su muerte tras una explosión o a base de machetazos. Ahora “mueren” de
nuevo por la indiferencia de medios informativos y de autoridades que les dedican apenas pocas
palabras, si es que no se llega al extremo de un silencio que parece cómplice o cobarde.
En nuestro mundo existen discriminaciones periodísticas sobre víctimas inocentes: son tratadas como
seres de segunda clase. Una discriminación que desvela hasta qué punto grupos de poder controlan las
noticias y resaltan algunos hechos mientras semiocultan otros.
Frente a esa segunda muerte de las víctimas marginadas, hace falta un esfuerzo sincero para conocer y
divulgar sus historias, para hablar del dolor de sus familiares y amigos, para defender la necesidad de
una intervención firme que sirva para arrestar y condenar a los asesinos.
Sabemos que la justicia perfecta no es algo de nuestro mundo. A veces algunas víctimas sólo
encontrarán justicia ante el tribunal de Dios. Pero al menos podemos tomar conciencia de esta
situación. Así buscaremos modos concretos para que ninguna víctima sufra marginaciones ante la
opinión pública, sino que reciba, entre los hombres y mujeres de buena voluntad, respeto, justicia,
oraciones, y un esfuerzo sincero para que en el futuro no se produzcan más atentados terrorísticos
contra nadie.