Llega un regalo
P. Fernando Pascual
17-8-2014
Acaba de llegar un regalo. Ese regalo tiene un precio, tal vez una utilidad. Pero, sobre todo,
manifiesta un tesoro maravilloso: el cariño de quien me ama.
Detrás de ese regalo percibo una ternura que llega a lo íntimo de mi alma. Porque alguien
pensó en mí. Porque buscó cómo podría darme algo que me recordase su cariño. Porque
deseaba abrirme un espacio de felicidad.
Si el regalo que recibo de otro llega muy hondo, ¿no sería el momento de descubrir que
también Dios me ofrece miles de regalos?
Existe el peligro de vivir con la mirada indiferente ante los continuos dones de Dios. Porque
son dones de Dios el sol y la luna, las nubes y la lluvia, la nieve y el viento, el mar y la
montaña, la golondrina y el grillo, la abeja y la miel.
Sobre todo, es regalo de Dios mi propia vida y la vida de tantos hombres y mujeres que
caminan cerca o lejos. Cada existencia surge desde un estupendo sueño de Amor, desde lo más
íntimo de un Dios que se deleita con los hijos de los hombres (cf. Prov 8,31).
Lo he escuchado tantas veces: todo es don, todo es gracia. Necesito recordarlo mientras
camino: me rodean miles de señales, de regalos, que me hablan de la ternura de un Dios bueno.
Ha llegado un regalo a mis manos. Quien me lo ofrece con una sonrisa amistosa, con una
mirada llena de afecto, me permite abrirme al mundo del amor, que da y que recibe, que nace
de Dios y que lleva a Dios. Sólo entonces buscaré también yo qué puedo hacer para alegrar,
con un regalo, a quienes viven a mi lado.