VOLAR NO ES SIMPLE
Todos estamos llamados a volar.
Es dejar que los sueños nos invadan.
Es permitirnos el lujo de proyectarnos más allá de nosotros mismos.
Es animarnos a asumirnos y sentir que estamos a la intemperie.
Volar es sentir que el sol nos atrae y no podemos vivir sin él.
Volar es ambicionar al sol para que forme parte de nuestro ser.
Para volar necesitamos llenar nuestro ser de libertad.
Solamente quienes logran desprenderse de todas las posibles ataduras es capaz de
volar.
No se vuela por una obligación.
Nada ni nadie puede obligarnos a ello.
Podemos hacer que nuestra vida se resigne a transitar a ras del suelo.
Podemos conformarnos con hacer tal cosa.
Es lo que realizan todos aquellos que hacen de su existencia una realidad resignada
a la mediocridad.
En oportunidades tal cosa es producto de nuestra comodidad.
Preferimos la seguridad de nuestros pies sobre el suelo que correr los riesgos de
emprender vuelo.
En oportunidades tal cosa es producto de nuestros miedos.
Preferimos la cercanía del suelo que transitar por los desconocidos espacios más
allá de las nubes.
Volar es dejar llenar nuestras alas por un sinnúmero de deseos.
Deseos de descubrir la húmeda consistencia de las nubes.
Deseos de poder ver las cosas desde lo alto.
Deseos de que el viento sacuda nuestras alas y el sol colme nuestro ser.
Deseos de ser auténticamente nosotros en cuanto emprendiendo vuelos propios.
Deseos de que nuestros ojos se colmen de la luz deslumbrante del sol.
Deseos de vivir constantemente a la intemperie.
Cuando uno vuela, por sobre las nubes, sabe que las posibles tormentas quedan
fuera de alcance.
Allí se siente el frío del no estar protegido, ni de tener cobijos artificiales.
Allí se sienten los vientos con toda crudeza y exigen de nosotros nuestros mejores
esfuerzos aunque, muchas veces, se sepa estar con viento en contra.
Cuando las nubes se encuentran bajo de las alas esforzadas en vuelo no hay otro
punto de referencia que el mismo sol.
El sol es fuente de calor y fuerza que atrae.
El sol es razón de los vuelos.
Se vuela para poseer, siempre, un poco más de sol.
Se vuela para poder contagiar los deseos de sol a los demás.
Siempre es posible volar.
Siempre, debería ser, necesario aprender el difícil arte de volar.
Nada nos lo impide.
Somos nosotros mismos quienes nos imponemos el sobrevivir prescindiendo de
algún vuelo.
Volar no es ponernos al margen de la realidad.
Volar no es prescindir de lo que somos.
Volar es cargar nuestra historia y, con ella, ejercer nuestro derecho a soñar.
Volar es cargar lo que somos y con ella transformarnos seres llenos de sol.
Seres llenos de sol…………. es nuestro realizarnos como personas.
Seres llenos de sol…………. es nuestro vivir con el sol hecho sonrisa en todo el sol.
Necesitamos ponernos más allá de las nubes.
Necesitamos animarnos a poner distancia con el suelo.
Necesitamos tener la capacidad de ver por sobre las nubes.
Necesitamos poder volar y no limitarnos a la seguridad alienante del suelo.
Sin duda que es un difícil arte puesto nadie nos lo puede enseñar.
Nadie nos lo puede enseñar porque es únicamente nuestro.
Estamos llamados a volar.
No dejemos nuestras alas se entumezcan por no practicar el difícil arte de volar.
Padre Martín Ponce de León SDB