Asumir el pasado
P. Adolfo Güémez, L.C.
Es un hecho categórico que el pasado influye fuertemente en nuestro presente. Somos lo
que somos porque, en gran parte, hemos vivido lo que hemos vivido.
Sin embargo, estoy convencido de que el pasado no posee un poder determinístico e
irremediable. Ninguno de nosotros está destinado a algo, simplemente por el hecho de tener
un cierto pasado.
Con frecuencia se escuchan frases como ésta: «Si mi mamá no hubiera sido así, yo tampoco
lo sería». «Si no me hubiera pasado eso, hoy podría ser feliz». «Si tan solo hubiera
conocido aquello, no habría escogido esto».
El pasado es una fuerza poderosa, con mucha influencia sobre ti. Pero nunca es más fuerte
que tú. Tenemos que aprender de él todo lo que podamos, pero de ninguna manera
podemos vivir en él o para él. Si vives encadenado al pasado, jamás podrás entrar en el
futuro.
Claro que para hacerlo a veces será necesaria ayuda. Búscala sin demora. Pero recuerda
que, a fin de cuentas, sólo tú debes resolver tus problemas.
El papa Juan Pablo I relató una vez su encuentro con una señora cuya vida era borrascosa a
nivel moral. Y por ello no quería acercarse a confesión.
Él le dijo:
– ¿Puedo preguntarle cuántos años tiene?
– Treinta y cinco.
– ¡Treinta y cinco! Dese cuenta que usted puede vivir todavía otros cuarenta o cincuenta
años y hacer un montón de cosas buenas. De esa forma, arrepentida como está, en vez de
pensar en el pasado, piense en el porvenir y renueve su vida con la ayuda de Dios.
Tal vez a ti te pase lo mismo que a esa persona: crees que has hecho o te han pasado tantas
cosas malas en tu vida, que ya es imposible cambiar. ¡No, jamás! La esperanza debe ser
siempre lo último que muera.
Los medios para cambiar están a la mano. Pero no bastan. Lo más importante es querer
usarlos para mejorar. Muchas veces bastará simplemente con abrir el pasado. Otras veces
requerirá incluso terapia. Pero mientras más rápido empieces, más rápido terminarás.
Asumir el pasado y superarlo es cosa de personas fuertes. No vas a encontrar ninguna
pastilla que lo haga por ti. No hay operaciones que nos lo extraigan como si fuera un tumor.
Es sólo dentro de ti, aquí y ahora, donde debes tomar la decisión de hacerlo, de dejar de
vivir esclavizado a él. Naciste para la libertad, no para ser tiranizado por nada ni por nadie.
Como dijo Viktor Frankl, «si no está en tus manos cambiar una situación que te produce
dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontas ese sufrimiento». Es decir, el
pasado no se puede cambiar, pero la actitud con la que lo afrontas sí.
Hay sólo dos días de la semana de los que no nos debemos preocupar. Uno es el ayer. Ya
pasó, y nada puedes hacer para que sea distinto. Como fue, lo será para siempre.
¿Hubo dolor? ¿Hubo tristeza? Busca que hoy haya esperanza.
¿Hubo alegría? ¿Hubo sonrisas? Busca que hoy se multipliquen.
El otro día al que no hay que prestarle atención es el mañana. Jesús nos dice que cada día
tiene su propio afán, y por eso no vale la pena preocuparse por lo que sucederá mañana.
Lo único que tengo es el hoy.
Me gustaría terminar estas líneas con una oración que hace tiempo me hicieron llegar:
«Señor, el pasado a tu misericordia, el futuro a tu providencia, el presente a tu amor.
Señor, tu sabes que lo único que tengo es el día de hoy para amarte, y por ti, a todos los que
me has dado. Amén.»
aguemez@legionaries.org