Llamados a ser agradecidos diariamente
Padre Luis A. Rivero
Arquidiócesis de Miami
Nuevamente llega el Día de Acción de Gracias. Es una hermosa época del año en
la que sacamos tiempo para reunirnos con amistades y familiares para dar
gracias por las abundantes bendiciones que hemos recibido. Pero, ¿necesitamos
separar un día en el año para recordar que debemos ser agradecidos?
Pues sí, y no. Es hermoso tener un día especial para recordar que debemos dar
gracias. Pero como cristianos — y esta es la razón por qué “no” — estamos
llamados a ser agradecidos diariamente.
Se pueden preguntar, ¿por qué? ¿Por qué tengo que estar agradecido cuando la
economía está en crisis, cuando algunos de mis familiares han perdido el
trabajo, o quizás yo mismo esté desempleado? Tengo que ganar lo suficiente
para sobrevivir, y la temporada festiva se acerca pero no tengo los recursos para
realizar todo lo que deseo, como gesto de amor y agradecimiento hacia mis
seres queridos. ¿Cómo puedo ser agradecido? ¿Cómo usted me puede decir que,
como cristiano, estoy llamado a ser agradecido?
En primer lugar, estas preocupaciones no pueden ser subestimadas y son
preocupaciones legítimas. Sin embargo, yo mismo debo retarme a recordar que
si busco la felicidad en las cosas que, eventualmente, se convierten en polvo,
eso es lo que obtendré: polvo. El peligro que nos tienta con frecuencia es
obtener los artefactos tecnológicos más recientes, el mejor carro, el celular más
avanzado, lo último en la moda, etc. Todo esto se convertirá en polvo
eventualmente. Y cuando los obtenga,
¿será genuina mi felicidad? No. Vuelvo a buscar otras cosas nuevas, que
también se convertirán en polvo. Caigo en la trampa del consumismo y olvido
ser agradecido por las bendiciones abundantes que el Señor me ha concedido,
las muchas bendiciones que no se convertirán en polvo.
Como cristiano, estoy llamado a ser agradecido. Agradecido al ser creado por el
amor, por ser llamado al ministerio; agradecido por mi arzobispo y los obispos
auxiliares que me permiten responder a mi vocación al sacerdocio y apoyan mi
formación en el seminario; agradecido por mi director vocacional y los miembros
del equipo de formación en el seminario, que me desafían para crecer a nivel
intelectual, pastoral, espiritual y humano. Debo estar agradecido por mi familia y
mis amigos, por los desafíos y las oportunidades de crecimiento; simplemente,
por existir.
Estoy llamado a ser agradecido porque, como me lo enseñó el Padre Robert
Vallee,
uno de mis antiguos profesores, a través de San Agustín puedo orar las palabras
del Salmo 8: ¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él?
Yo debiera estar agradecido porque el Señor, que es tan poderoso, me ama y
me llama por mi nombre.
Debo estar agradecido porque eso significa reconocer la presencia de Cristo en
mis asuntos cotidianos. Si no lo hago, Cristo sería abstracto y estaría
inconscientemente divorciado de mi realidad. Por lo tanto, debo reconocerle,
debo darle gracias y recordar constantemente que vive entre nosotros y está
atento a nosotros.
Todo cristiano está llamado al don del agradecimiento; es una vocación
universal. Estamos llamados a ser agradecidos porque, al hacerlo, reconocemos
nuestra dependencia en alguien superior a nosotros, específicamente Dios.
¿Ha notado cómo este don del agradecimiento se encuentra con más frecuencia
entre los pobres? En mi experiencia, los pobres reconocen las obras maravillosas
del Señor y aprecian más el trabajo de su prójimo. Los pobres, aquellos de
corazón sencillo a los que Jesús se refería en el Evangelio, reconocen el rostro de
Cristo en los pequeños actos de bondad. Me queda mucho por aprender sobre el
agradecimiento.
¿Por qué dará gracias este año, este mes, esta semana, este día, esta hora, este
minuto, este segundo?