No hay vacaciones para nuestras vocaciones
Padre Luis A. Rivero
Arquidiócesis de Miami
¡El verano ya está aquí! Los días son más largos, las noches más cortas, la
temperatura aumenta y aparecen las lluvias vespertinas. Es la época del año en
que disfrutamos los días bajo el sol en la playa o en la piscina. La barbacoa se
usa un poco más, y las velas para espantar mosquitos están en venta especial.
Si tienen niños, quizás piensan en actividades para mantenerlos entretenidos.
En fin, los relajados días del verano ya están aquí y, seamos francos: ¿verdad
que a veces buscamos cómo pasar el tiempo y descuidamos lo que es
importante? No sé si les sucede lo mismo, pero yo siempre lucho durante las
primeras semanas del descanso veraniego, porque la rutina o la estructura se
altera. Al principio parece algo maravilloso pero, según pasan los días, aparece
una inquietud, la sensación de que “algo” falta.
La falta de una estructura externa pone a prueba mi compromiso interior.
Cuando no tengo que levantarme temprano para la oración de la mañana con la
comunidad, o tengo la opción de ir a la misa diaria en la mañana o en la tarde,
no tengo un momento específico del día para mi meditación o conversación
diaria con Cristo. Entonces, viene la pregunta: “¿Soy fiel?”
Durante este período de vacaciones se pone a prueba nuestro libre albedrío. Si
ustedes son como yo, habrían buscado en el pasado alguna razón para evitar la
misa dominical con el fin de ir a almorzar o cenar con algún amigo o familiar que
quizás no habían visto desde el verano anterior. Podemos olvidar con facilidad lo
que es importante, y que la asistencia a la misa dominical, en cualquier parte del
mundo que nos encontremos, es esencial para nuestra relación con Cristo.
En días recientes, algunas de mis amistades hablaban sobre su “stay-cation”.
Les pregunté a qué se referían, y explicaron que aunque no estuvieran
trabajando, permanecían en su hogar en vez de salir de vacaciones, debido a la
situación económica. ¡Me pareció divertidísimo! Sin embargo, me brindó
elementos para comprender cómo podemos ver este tiempo de descanso de las
estructuras externas, sea el trabajo, la escuela, el seminario o el ministerio.
Debemos permanecer fieles a nuestra vocación. Debemos recibir este tiempo, ya
sea en el hogar o lejos del mismo, como un momento para quedarnos, una
oportunidad para una “stay-cation”.
El hecho es que nuestra vocación — como matrimonio, persona soltera, religiosa
o religioso consagrado, diácono, sacerdote u obispo ordenado — no es algo de lo
que podemos escapar. No podemos permanecer conectados a Cristo y estar de
vacaciones en nuestra vocación. No podemos huir del llamado del Señor en
nuestras vidas. Por eso, siguiendo el entendimiento de mis amigos, este tiempo
en que los días son más largos, las noches se vuelven más cortas, la
temperatura aumenta y las lloviznas riegan la tierra, representan un buen
momento para examinar nuestras conciencias y profundizar en nuestra vocación,
para que permanezca en un estado de “stay-cation”.
Por eso me pregunto, y les pregunto a ustedes: ¿Cómo podemos permanecer
conectados a Cristo cuando la falta de una estructura externa lo hace difícil?
¿Cómo podemos permanecer en una “stay-cation” a la luz de nuestra vocación?