‘Siempre antigua, siempre nueva’
Padre Luis A. Rivero
Arquidiócesis de Miami
Cuando era un joven estudiante de filosofía tuve un profesor excelente, a quien
he hecho referencia en ocasiones anteriores y ahora es un hermano sacerdote:
el Padre Robert Vallee. Su pasión por aprender algo nuevo siempre, por estar
leyendo y escribiendo constantemente, me inspiró cuando yo era un joven
seminarista. Como me enseñó a leer activamente, con un libro en una mano,
con un instrumento de escribir en la otra, y prestando gran atención a lo que
está escrito, todos mis libros tienen anotaciones en los márgenes, están
subrayados y marcados. En todo caso, él siempre ha sentido gran pasión por los
escritos de san Agustín de Hipona, un gran ser humano, filósofo, teólogo, obispo
y santo. En sus “Confesiones”, específicamente en el Libro X, san Agustín
escribe, “Oh, belleza siempre antigua, siempre nueva”, refiriéndose a Dios.
Esta prosa hermosa — confesión, oración y testimonio — de san Agustín de
Hipona, que leí por primera vez hace casi una década, ha resonado una y otra
vez durante mi primer año de sacerdocio. Permítanme explicarlo: durante este
primer año de la jornada en el sacerdocio de Jesucristo, todo ha sido nuevo.
Celebré la santa misa por primera vez; escuché mi primera confesión y di mi
primera absolución en el nombre de Dios; ungí a los enfermos; celebré mi
primer Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua en la comunidad parroquial de St.
Agnes. No puedo reclamar propiedad sobre los sacramentos celebrados, porque
vienen de una tradición antigua, instituidos por el mismo Cristo. Sin embargo,
cada vez que celebro alguno de estos sacramentos, se convierten en algo nuevo.
“Siempre antiguo, siempre nuevo”. Y cada vez que los celebro, no puedo evitar
recordar que soy un instrumento sencillo, roto — o debo decir restaurado.
Este año de sacerdocio también ha sido emocionante y sorprendente. Primero,
uno de los nuestros, el arzobispo Thomas Wenski, regresó a casa como nuestro
pastor. Puedo recordar claramente su consagración episcopal en el Miami Arena
cuando yo era un joven estudiante de escuela superior. Segundo, llegué a la
hermosa “isla paraíso” de Key Biscayne y he conocido mucha gente maravillosa
que me ha querido desinteresadamente. Tercero, el obispo John Noonan, mi
antiguo rector, padre, mentor y buen amigo, fue nombrado por el Santo Padre
como pastor de los fieles de Orlando. Cuarto, el Santo Padre también le pidió al
obispo Felipe Estévez, el hombre que me inspiró por su paciencia, amor, caridad
y cuidado paternal, ser el pastor de los fieles en la diócesis madre de St.
Augustine.
¿Pueden darse cuenta de la mezcla de emociones que todo esto conlleva?
“Siempre antigua, siempre nueva...” Estas antiguas tradiciones siempre
conllevan algo nuevo que puede sorprendernos.
Poder compartir en el sacerdocio de Jesucristo con algunos de los mejores
hombres que he conocido, es una verdadera bendición difícil de describir.
Cuando nos encontramos, se puede palpar claramente una generosidad y un
anhelo por lo sagrado y la presencia de Cristo. Por esta razón, y para apoyarnos
unos a otros como un recordatorio constante de la presencia de Cristo, ha
florecido una amistad. Los domingos en la tarde, después del ajetreo de un fin
de semana ocupado, nos reunimos como un grupo y comenzamos a cocinar y
compartir. Esta es una gran oportunidad para reunirnos y sentarnos en el oasis
para ponernos al día, alimentarnos y refrescar nuestras almas. Estos momentos
están marcados por un gran amor por Cristo y Su Iglesia.
El Padre Vallee me enseñó a leer con intensidad, a capturar la esencia y a
escoger lo mejor de lo que se encuentra en el formato escrito. También me
enseñó a desempeñarme por mí mismo; a ser, en primer lugar y ante todo, un
ser humano y ofrecerlo en servicio al Señor. Al compartir su conocimiento,
aprendí cuán acertado fue y continúa siendo san Agustín de Hipona. “Siempre
antiguo, siempre nuevo”.
¿Han tenido a una persona o una experiencia de “antigua novedad” en su vida?
¿Han experimentado la mano de Dios de esta manera?