Criticones y criticonas
P. Adolfo Güémez, L.C.
En el artículo anterior hablamos de cómo podemos, sin criticar, ayudar a otros con nuestros
comentarios. Hoy quisiera dar algunas orientaciones sobre cómo tratar a los así llamados
“criticones”. ¿Quién no conoce a más de alguno(a)? «Te lo digo por tu bien», nos dicen.
«Era solo un comentario, ¡qué sensible estás hoy!». Se trata de gente que siempre tiene algo
negativo que aportar.
Hay que comprender que la persona “criticona”, según el psicólogo argentino Bernardo
Stamateas, «es por lo general insegura y posee una baja autoestima, motivo por el cual no
puede reconocer sus propias debilidades (es incapaz de realizar una introspección) y
necesita encontrar fallos en los demás para sentirse mejor consigo misma».
Y agrega: «En la mayoría de los casos, la persona que siempre habla mal del resto de la
gente ha tenido padres muy exigentes, a quienes nunca lograba contentar hiciera lo que
hiciese.» De manera que su actitud criticona es la propia frustración y enojo proyectada
hacia los demás.
Pero hay que aceptar que en este mundo hay muy pocas cosas que no son “criticables”.
Aquí no existe lo perfecto. Todo puede siempre mejorar.
Además, “en gustos se rompen géneros”. Lo que para ti es muy hermoso, para otro es
horrible. Tu hobby, otro lo ve como una tortura. A uno le pude encantar el rosa mexicano, y
a otro producirle náuseas. En fin, existen pocas cosas absolutas e inapelables.
Por eso es tan fácil la crítica, porque siempre puedo hacer algo que no les guste a los
demás.
¿Cómo podemos tomar estos comentarios para que no nos roben la paz, sino que generen
en nosotros más fortaleza?
Creo que es muy importante evitar a toda costa caer en susceptibilidades, pensando que
cualquier comentario es un ataque personal. Eso no revela más que una bajísima
autoestima. Hemos de estar siempre abiertos a recibir de la gente que nos aprecia su ayuda
para lograr ser cada día mejores.
Otras veces bastará con reconocer que te has equivocado. Pero hazlo con sencillez, sin dar
rodeos ni excusas, y poniendo los medios para solucionar el error. «Tienes razón, he estado
de genio en estos días. Voy a comenzar a sonreír.»
Esta actitud hará crecer tu seguridad y confianza. Nadie es perfecto. Y un comentario sobre
un defecto, dado con buena intención, es una oportunidad para seguir construyendo la
mejor versión de ti mismo.
¿Y qué hacer frente a los criticones por deporte, a los que toman la crítica como si fuera el
oxígeno del que respiran?
Si son amigos o familiares, intenta ayudarlos a darse cuenta de su error. Pero acéptalos
como son, sabiendo que siempre darán su opinión de todo –por lo general negativa–.
Escúchalos y toma todo aquello en lo que tienen razón, pero no te enzarces en discusiones
inútiles.
¿Y si insiste? Respóndele: «Mira, tal vez tengas razón. Voy a meditarlo un poco para ver
qué puedo hacer». Esto te evitará una discusión sin fin, ni fundamento.
Lo más importante de todo: ¡cuida tu corazón! No dejes jamás que las críticas lo amarguen.
Aprende a corregir tus errores, pero también a aceptar que no eres perfecto, y que siempre
tendrás defectos.
Tácito dijo en una ocasión que «quien se enfada por las críticas, reconoce que las tenía
merecidas». ¡Ríete de ti mismo! Esa es la mejor manera de pasarla bien, pues siempre
tenemos mil y una oportunidades de hacerlo.
Por último, recuerda que «De la abundancia del corazón habla la boca» ( Mt 12, 34). No
dejes que tu corazón se contamine respondiendo a una crítica con otra. Dedícate a ser
mensajero de palabras positivas. Si lo eres, ya verás que en todas partes se te abrirán las
puertas.
aguemez@legionaries.org