La sensatez como saber del saber
P. Fernando Pascual
28-6-2014
Para Sócrates, tal y como lo presenta Platón en algunos de sus Diálogos, existe una virtud de
importancia singular, la sensatez. ¿En qué consiste?
Según un diálogo platónico titulado “Cármides”, la sensatez consistiría en la capacidad de discernir
entre quien sabe y quien no sabe en los distintos ámbitos de los conocimientos humanos. En otras
palabras, la sensatez sería un saber sobre el propio saber.
¿Por qué es importante ese saber? Porque nos permite identificar y escoger a los que saben para
ayudarnos en temas concretos, y a dejar de lado a los que no saben, pues podrían dañarnos con sus
consejos o sugerencias equivocadas.
Aquí radica el reto de toda comunicación, y también sus riesgos más elevados, pues el error y el
engaño acerca de los conocimientos que puedan tener otros han sido y seguirán siendo hechos
tristemente humanos.
¿Y por qué es importante encontrar a los “sabios”? Porque podemos fiarnos de ellos en asuntos de
cierta importancia.
Un sabio, sin embargo, sólo ayuda si aprende a servir. Por eso, en otro diálogo de Platón, la
“República”, se invita al conocedor a descender a la caverna, a trabajar por los demás, aunque ello
pueda implicar dejar posiciones cómodas y satisfacciones intelectuales propias de la vida puramente
“teórica”.
Sócrates se lanzó a la vida pública con la intención de ayudar a otros a descubrir lo que él había
descubierto: la importancia de la sensatez. El esfuerzo socrático se hizo realidad concreta en la
Academia de Platón, y pervive en el esfuerzo de cada pensador y cada científico honestos, cuando
buscan transmitir los propios descubrimientos a sus contemporáneos y a las generaciones futuras.
En el mundo de los “mass-media”, en el ámbito de la navegación acelerada por medio de Internet y de
nuevos ámbitos comunicativos, hace falta el descenso de muchos “sabios” de verdad: de hombres y
mujeres que sepan distinguir lo que saben y lo que no saben, y que sepan comunicar con “arte” sus
saberes.
El reto es inmenso, y muchos lo han aceptado, pero el camino por recorrer resulta casi infinito. Sólo si
muchos nuevos Sócrates bajan a la plaza (a los estudios de radio y televisión, a la prensa escrita, a los
espacios cibernéticos), otros muchos podrán iniciar un camino hacia el saber, en la humildad del
reconocimiento de la propia ignorancia, y en la confianza sincera y dócil hacia quienes ofrezcan un
poco de luz y de verdad a los hombres y mujeres de cada generación.