Voz del Papa
El Don de Temor de Dios
José Martínez Colín
1) Para saber
Con el Don de Temor de Dios concluye la serie de los siete
dones del Espíritu Santo que el Papa Francisco ha ido desarrollando
en sus audiencias del miércoles.
Este don no significa tener miedo de Dios, pues sabemos bien
que Dios es un Padre, que nos ama y quiere nuestra salvación,
motivo por el cual no hay motivo de tener miedo de Él. El temor de
Dios, en cambio, es el don del Espíritu que nos recuerda que somos
muy pequeños delante a Dios y de su amor, y que nuestro bien está
en abandonarnos con humildad, respeto y confianza en sus manos.
Cuando el Espíritu Santo toma posesión en nuestro corazón,
nos infunde consolación, paz, y nos lleva a sentirnos pequeños,
como lo recomendó Jesús en el Evangelio. Así ponemos todas
nuestras preocupaciones y expectativas en Dios y nos sentimos
envueltos y sostenidos por su calor y su protección, ¡como un niño
con su papá!
2) Para pensar
Si hemos leído en ocasiones alguna biografía de una persona
que vivió santamente, tal vez nos llame la atención que, siendo
personas con muchas virtudes y cualidades, se consideran que no
tienen nada de bueno.
Por ejemplo, Santa Catalina de Siena decía de sí misma que
era nada y, en cambio, que Dios lo es Todo. Algo semejante decía
de sí mismo San Josemaría Escrivá, y aunque sentía profundamente
la grandeza de sentirse hijo de Dios, solía repetir sinceramente: “no
valgo nada, no tengo nada, no puedo nada, no sé nada, no soy
nada, ¡nada!” (El Fundador del Opus Dei, Vázquez de Prada, p.383).
No mentían. Lo que sucede es que tenían muy desarrollado en sus
vidas el Don de Temor de Dios, que les llevaba a ese grado de
humildad. Al ser tan conscientes de la grandeza de Dios se sentían
realmente como nada frente a Él. Cualquier cosa buena que veían
que tenían, no la consideraban como propia, sino como un regalo de
Dios.
Así, sabiendo que todo viene de la gracia y que nuestra
verdadera fuerza está únicamente en seguir al Señor Jesús, este
don nos lleva a aborrecer y tener horror al pecado.
Pensemos con qué valentía luchamos para rechazar las
tentaciones o qué horror sentimos hacia cualquier tipo de pecado. Si
es poca, podrá significar que estamos faltos de este don y habrá
que pedirlo.
3) Para vivir
Este don nos lleva a seguir al Señor con humildad y
obediencia. Pero no con una actitud tímida, resignada y pasiva sino
con el estupor, la fuerza y la alegría de un hijo que se reconoce
servido y amado por el Padre, convencidos y entusiastas.
El Papa Francisco nos dice que el don del temor de Dios,
además, es una 'alarma' del pecado. Pues cuando una persona vive
en el mal, explota a los otros, vive solamente para el dinero o la
vanidad, entonces este don pone en alerta: “Así no serás feliz”. Y así
nos apartamos del mal.
Ante la conciencia de nuestra fragilidad podremos estar
cuidadosos de permanecer fieles y no soltarnos nunca de la mano
amorosa de Dios. Ese cuidado significa querer agradarle a Dios, a
quien amamos. Y por tanto, si percibimos que una situación, una
mala amistad, un programa de televisión, etc., nos pueden alejar de
Él, lo natural será apartarnos de aquello. Basta, pues, con
desconfiar prudentemente de nosotros y confiar más en Dios.
José Martínez Colín es sacerdote, Ingeniero en Computación por la UNAM y Doctor en Filosofía por la
Universidad de Navarra
( articulosdog@gmail.com )