Decálogo para todo papá (1ª parte)
P. Adolfo Güémez, L.C.
En este mes que celebramos el día del padre, quisiera comentar con ustedes un decálogo
para los papás, elaborado por Bruno Ferrero. Dada su importancia, lo haré en dos entregas.
Va la primera.
1. El primer deber de un padre hacia sus hijos es amar a su madre.
La familia no es una organización cualquiera, sino un organismo que se alimenta y se
sostiene por el amor.
Cuando no hay amor, la familia se despedaza. Dicho amor tiene un origen en el tiempo: el
matrimonio entre un hombre y una mujer, bendecido y fundamentado por Dios. He ahí su
verdadera fortaleza.
Ser papá no es un deber, sino una decisión tomada por amor y para amar. Esta
determinación se le debe, en primer lugar, a la propia esposa; sólo así su amor se
desbordará con abundancia hacia los hijos.
Es verdad que no existe el matrimonio perfecto. Eso tampoco es lo que los hijos necesitan.
Lo que ellos piden a gritos es una unión respetada y construida en el amor.
2. El papá debe, sobre todo, estar siempre presente.
La presencia física en el hogar o en las actividades importantes de los miembros de la
familia habla en un lenguaje oculto que se traduce en esta simple frase: «Ustedes son mi
prioridad».
Y aquí no se vale decir que cambiamos la cantidad por la calidad. Los hijos y las esposas
necesitan de ambos. En la medida, obviamente, en que se pueda. Pero sin ser fáciles o
ligeros en postergar la presencia por cualquier otro compromiso.
Estar presente para un papá significa sobre todo hablar con sus hijos de lo que a ellos les
interesa, participar de su vida, de sus problemas, de sus alegrías. Un papá presente
aprenderá a descubrir todas esas señales codificadas que los niños mandan continuamente.
3. Un papá es un modelo, lo quiera o no.
El punto de referencia más inmediato para los hijos son sus padres. Y eso los convierte de
modo automático en un modelo.
Por naturaleza, los hijos tomarán el comportamiento de su papá como estímulo y guía en
sus propias decisiones. Es cierto que no de una manera absoluta, pero sí –sobre todo en los
primeros años–, muy prioritariamente.
Incluso cuando no lo demuestran, los niños tienen un sexto sentido que absorbe hasta
aquello que no se dice.
Tu vida, papá, enseñará más a tu hijo que las mejores escuelas del mundo.
4. Un padre da seguridad.
El papá cumple un rol muy importante en la familia: el de ser guardián y protector de todos.
El niño y la esposa deben percibir esto de manera clara y contundente.
Esta protección se debe desarrollar en tres ámbitos: físico, espiritual y moral. Se logra con
acciones, decisiones, acompañamiento, así como también con reglas y límites que todos
han de respetar.
En este sentido, un «no» dicho a tiempo, es la mejor manera de decirles a los hijos cuánto
aprecio se les tiene.
5. Un padre anima y fortalece.
Animar y fortalecer se logra primeramente a través de la comprensión. Un papá que
comprende a sus hijos, que se esfuerza por ponerse en su lugar, es un padre que sabrá cómo
animar y dónde fortalecer.
La familia nos hace fuertes, no por la simple suma de los miembros, sino por el hecho de
saberse aceptado y apoyado, cada uno como se es, sin esperar nada a cambio.
El padre de familia, junto con la madre, son los pilares que sostienen a los hijos, pero a su
vez, ambos se asientan en el sólido terreno de la voluntad de Dios para sus vidas.
aguemez@legionaries.org