¿Es peligroso defender la ley natural?
P. Fernando Pascual
8-6-2014
Entre las muchas críticas que se lanzan contra la Iglesia católica, una se fija en la idea de ley natural.
Según esa crítica, los católicos, al hablar de ley natural, se colocan en una posición peligrosa, pues
defienden que hay verdades éticas que valen para todos.
¿Por qué sería peligroso defender eso? Porque entonces el mundo se dividiría entre dos grupos: quienes
tienen la razón y quienes se equivocan, quienes defienden la ley natural y quienes la niegan, la
rechazan o la ignoran.
Esta crítica impresiona a muchos, pero olvida aspectos muy importantes de la reflexión ética y de la
justicia social. Podemos fijarnos en tres.
El primero es que las nociones de bien y de mal no pueden quedar encerradas en el ámbito de lo
subjetivo, cultural, contingente, histórico. Hay quienes piensan que las ideas éticas valen sólo cuando
un grupo las defiende, por mayorías o de otras maneras. Sin embargo, basta con mirar el pasado y el
presente para reconocer que no es suficiente contar con la determinación de un grupo o de los
poderosos para que algo se convierta en bueno o malo, pues de lo contrario se llegaría a admitir que las
leyes que permiten marginar a la gente por su raza o matar a los que pertenecen a una clase social
serían justas mientras sean adoptadas por un Estado...
El segundo aspecto es que la verdadera defensa de una ley natural no va contra la justicia ni los sanos
principios éticos, sino que precisamente los defiende. La famosa idea del respeto a la vida de los
inocentes necesita ser sostenida por un razonamiento fuerte y válido, y eso es precisamente lo que
buscan los defensores de la idea de la ley natural.
El tercer aspecto nace de una constatación: muchos enemigos de la ley natural que dicen ser tolerantes
defienden luego leyes y comportamientos que van contra derechos humanos fundamentales. Basta con
mirar a nuestro alrededor y descubrir a representantes de la así llamada “ética laica” para encontrar
entre ellos a numerosos defensores de la legalización o la despenalización del aborto.
En otras palabras, una de las grandes paradojas entre quienes critican la ley natural consiste en verla
como una imposición contra los derechos de otros cuando luego aceptan e incluso defienden como
“derecho” la imposición que permite que unos seres humanos (adultos) eliminen a otros seres humanos
(los hijos antes de nacer). ¿Dónde está la imposición, incluso la violencia?
Defender la ley natural no es peligroso, siempre que se haga dentro de algunos principios
fundamentales que son propios de esa misma ley natural. Cuando se trabaja según un sano uso de la
razón y en actitudes de diálogo, entonces será posible reconocer que esa idea, defendida por los
católicos y por otras personas de diferentes culturas y épocas históricas, resulta necesaria para construir
un mundo más fraterno, más inclusivo, más respetuoso de todos, especialmente de los débiles, los
pobres y los más necesitados de ayuda.