Pornografía: Una propuesta positiva
P. Adolfo Güémez, L.C.
En los anteriores artículos he ofrecido una perspectiva de la pornografía desde
un punto de vista filosófico, psicológico y sociológico. Pero soy sacerdote, y sé
que en esto, como en todo, Dios tiene siempre la última palabra.
¿Qué podemos hacer como cristianos frente a esta plaga? ¿Cómo podemos
combatirla?
Lo hemos de hacer de una manera positiva y propositiva. Tristemente, algunos
identifican al cristianismo como una serie de prohibiciones. ¡Nada más
contrario a la realidad! El cristianismo es la religión del «Gran Sí al Amor y a la
Vida».
1. Por eso el primer deber del discípulo de Cristo es dar testimonio durante su
vida de lo maravilloso que es seguir a Jesús. No para señalar culpas o acusar a
los demás, sino para ofrecerles el regalo de una alegría fresca y auténtica, que
es capaz de contagiar y evangelizar.
La alegría cristiana es un antídoto eficaz contra el engaño de la pornografía,
que inexorablemente deja en nosotros, como toda adicción, algo de tristeza.
2. Estamos también llamados a formar y propagar una cultura que promueva
el verdadero valor del amor y de la sexualidad.
La cultura se forma con las elecciones de los individuos. Por eso, lo que elijo,
siempre importa. De mí depende elegir, y por lo tanto promover, películas,
música, libros y espectáculos que dejen un mensaje claro de amor, o aquellas
que posean mensajes eróticos explícitos o implícitos.
3. Otro medio que ayuda mucho es fomentar la amistad entre personas que
comparten los mismos valores. No con el fin de vivir aislados de los demás,
sino para ayudarse a perseverar con firmeza en lo que uno cree. Esas
amistades son las que se convierten en verdadera sal y luz de la tierra (cf. Mt
5, 13-14).
La amistad entre cristianos es uno de los recursos más poderosos para
perseverar en la fe. En ella se encuentra una profunda intimidad de almas que
fortalece y anima.
Un verdadero amigo es siempre un estímulo al bien. En él podemos apoyarnos
para salir adelante de una adicción a la pornografía, o para evitar caer en ella.
4. Cuando se vive el Evangelio uno no puede quedárselo para sí mismo, ¡sería
demasiado egoísta!
Si uno de los efectos más nocivos de la pornografía es el aislamiento, entonces
uno de los medios para combatirlo es la propagación del Evangelio, que
siempre nos abre a los demás.
Comprometerse en algún apostolado, no importa cuál, será siempre una ayuda
para no dejarse atrapar por las redes de ninguna adicción.
5. No podemos olvidar que como católicos tenemos un arma muy especial: la
confesión. Que no es un simple ajuste de cuentas, sino un encuentro profundo
con Jesús Misericordioso.
Una de las características más duras de una adicción es la fuerza que tiene
para hacernos caer una y otra vez en lo mismo. Esto puede desanimarnos,
haciéndonos pensar que no podemos superarlo, que somos unos ingratos, y
que Dios no perdonará a alguien que cae tan fácil y tan frecuentemente.
¡De ninguna manera! Jamás dejemos entrar en nuestro corazón ninguna duda
de que Dios siempre nos perdonará (cf. Lc 15). Lo único que se requiere de
nuestra parte es la actitud sincera de arrepentimiento y un deseo de
enmendarse.
El camino a la santidad sólo se recorre a través de nuestros tropiezos, sin
importar cuántos o de qué clase sean. Dios nos ama. Y por eso siempre nos
perdona.
6. Otro camino que Dios nos ofrece es la dirección espiritual, que es un diálogo
amistoso con una persona preparada, que me ayuda a descubrir la voluntad de
Dios para mi vida, a la vez que me estimula para cumplirla. Sólo los que lo han
probado saben la fuerza que este medio tiene para sacar siempre lo mejor de
uno mismo.
Contamos también con una infinidad de recursos como la oración, la confianza
en la Providencia, la devoción a María y a san José, la Teología del Cuerpo, un
plan de vida, etc.
Nadie, pues, ha de sentirse solo o desprotegido. Dios es grande, y está
siempre dispuesto a ayudarnos a que en nuestro corazón haya cada vez más
amor y menos egoísmo.
aguemez@legionaries.org