Límites a la libertad de expresión
P. Fernando Pascual
17-5-2014
Para muchos es obvio que no todo puede decirse ni hacerse. Para otros, en cambio, hay dudas extrañas
y selectivas sobre este tema.
Porque la mayoría estaremos de acuerdo en que una universidad no debe acoger una conferencia o una
actividad que promueva el racismo, el odio, la violencia gratuita. Pero para algunos, un acto que
implique pisotear y ultrajar elementos centrales del cristianismo, como la Eucaristía, sería admisible
como parte del respeto a la libertad de expresión.
Sorprende la actitud de quien se rasga las vestiduras ante ciertos temas que van contra la convivencia
humana y la sana libertad de expresión, mientras tolera o promueve otros temas que hieren
profundamente el respeto que debe darse a los valores cristianos.
Por eso, hace falta un esfuerzo sereno y firme por defender, justamente, el respeto que merece el
cristianismo en sus diversas expresiones. En ese sentido, impedir que en un centro universitario se
realice un sacrilegio contra la Eucaristía es necesario, como también combatir cualquier forma de
intolerancia arbitraria y agresiva contra minorías o contra personas inocentes.
La libertad de expresión tiene límites que no pueden ser superados en ningún país verdaderamente
justo. En su ejercicio hay que buscar siempre “no herir la dignidad fundamental de las personas y de
los grupos humanos, y de respetar sus creencias religiosas” (Benedicto XVI, Discurso a una delegación
de la Academia de ciencias morales y políticas de París, 10 de febrero de 2007).
Sólo entonces lograremos ambientes sanos en los que sea posible un debate constructivo sobre tantos
argumentos que nos interesan como seres humanos, en el respeto que merecen las personas y sus
genuinas creencias religiosas.