Prepararse para el Día del Amor
En el Jueves Santo los cristianos celebramos la institución de la Eucaristía y del
sacerdocio como prenda de la entrega de Jesucristo a la humanidad. La Santa
Cena es la antesala de la agonía en el huerto de Getsemaní y del desenlace de la
Pasión de Cristo. Que quien es en sí mismo Amor, haya querido morir por amor a
nosotros es algo que rebasa nuestra capacidad de comprensión, pero celebramos
este misterio en el primer día del Triduo Santo como para que dé forma a nuestra
propia vida personal y comunitaria. La profundidad de este misterio, esta “locura”
de amor, ha movido a innumerables santos en la historia y ha hecho brotar una
humanidad distinta, llena de atractivo y fuente de esperanza.
No podemos acostumbrarnos al acontecimiento más asombroso de la historia como
si fuese algo normal y hasta rutinario. Prepararnos para acogerlo y celebrarlo
requiere ese acto indispensable de humildad que es confesarse pecador, como nos
ha recordado el Papa Francisco. El corazón del cristiano debe estar en permanente
apertura al asombro, a la belleza, a la trascendencia de este amor que nos ha
salvado, y que nos alimenta con la Eucaristía en cada jornada de nuestra vida. La
muerte en la Cruz como servicio de amor supremo y la entrega de sí mismo en la
Eucaristía, es el desbordarse de un Dios que es Amor y que así ha querido cambiar
el mundo, contando con nuestra libre colaboración. En eso estamos cuando nos
disponemos a entrar en el corazón de la Semana Santa. Aprovechemos estos días
de preparación al Triduo Pascual.
Jesús Domingo Martínez