¿Por que María es la plena de gracia?
Rebeca Reynaud
Ninguna de las tres personas divinas quiso estar lejos de María, es Hija de Dios
Padre, Madre de Dios Hijo, Esposa del Espíritu Santo.
Cuenta un sacerdote que desayunaba en una cafetería de Roma cuando se le
acercó una muchacha japonesa y, en un francés tartamudeante, le preguntó a
bocajarro: ¿Podría explicarme quién es la Virgen María? Sus palabras le
sorprendieron tanto que sólo pudo responder: ¿por qué me lo pregunta? Y explico:
Es que ayer oí rezar por primera vez el Avemaría, y no sé por qué me he pasado la
noche llorando . Entonces le expliqué que también yo necesitaría pasarme llorando
muchas noches para poder responder a esa pregunta. Y, como única respuesta,
repitió a la muchacha unos párrafos del libro de Bernanos, que sabía de memoria:
Es la madre del género humano... El mundo anterior a la gracia la acunó largo
tiempo en su corazón desolado –siglos y más siglos- en la espera oscura,
incomprensible de una “virgo genitrix”. Durante siglos y siglos protegió con sus
viejas manos cargadas de crímenes, a la pequeña doncella maravillosa cuyo
nombre ni siquiera sabía... La Virgen santa no tuvo triunfos ni milagros. Su Hijo no
permitió que la gloria humana la rozara siquiera. Nadie ha vivido, ha sufrido y ha
muerto con tanta sencillez y en una ignorancia tan profunda de su propia dignidad
que, sin embargo, la pone muy por encima de los ángeles. Ella nació también sin
pecado... ¡qué extraña soledad! Un arroyuelo tan puro y tan límpido, que ella no
pudo ver reflejada en él su propia imagen, hecha para la sola alegría del Padre
santo —¡oh, soledad sagrada! —. Los antiguos demonios familiares del hombre
contemplan desde lejos a esta criatura maravillosa que está fuera de su alcance,
invulnerable y desarmada. La Virgen es la inocencia. Su mirada es la única
verdaderamente infantil, la única de niño que se ha dignado fijarse jamás en
nuestra vergüenza y en nuestra desgracia... Ella es más joven que el pecado, más
joven que la raza de la que ella es originaria y, aunque Madre por la gracia, Madre
de las gracias, es la más joven del género humano.
Efectivamente, es un misterio que invita más a llorar de alegría que a hablar. En la
vida de todo ser humano hay un secreto. La mayoría muere sin llegar a descubrirlo.
Muchos mueren sin incluso llegar a sospechar que ese secreto exista. La mayoría de
los que logran descubrir ese secreto lo hacen lentamente, excavando en sus almas.
Dietrich von Hildebrand escribe: “Que Cristo nos ama es el secreto, el secreto más
íntimo de cada alma”.
El ángel Gabriel le da la clave a María: has hallado gracia delante de Dios. Mira,
vas a concebir y a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Será
grande y será llamado Hijo del Altísimo . ¡En sus entrañas iba a nacer el Esperado!
Lo que el ángel anunciaba era mucho más de lo que se hubiera atrevido a imaginar.
No era acercarse a la zarza ardiendo de Dios, era llevar la llamarada dentro. María
encontró su vocación y comprendió que su pequeña vida había dejado de
pertenecerle.
Desde entonces, María se convierte en Madre e intercesora del género humano. No
está de más recordar aquellas palabras de Jesús a María, reveladas a Santa
Brígida: “A todos los que por tu amor me pidan alguna gracia, aunque sean
pecadores, se la otorgaré, con tal que tengan voluntad de enmendarse”.
Dice Scott Hahn: “Si quienes juzgan si la gente ha entendido, bien el evangelio en
su esencia, descubre hasta qué punto tienen a Dios como Padre... y a María como
madre [1] .
Un autor francés, San Luis María Grignon de Montfort, escribió: Dios Padre reunió
en un depósito todas las aguas, y las llamó mar, y reunió en otro depósito todas las
Gracias y todas las bendiciones y las llamó María .
Para la naturaleza humana el Verbo se hizo Carne, asociando a Su Naturaleza
Divina la humana, en la persona de Cristo. La naturaleza humana mortalmente
herida, caída bajo la tiranía de Satanás, fue liberada y sublimada. Le fue restituida
la primitiva dignidad, brutalmente pisoteada y destruida con el engaño: "Si coméis
de este fruto, os haréis semejantes a Dios". Pero Satanás tiene todavía otra razón
para odiar a la naturaleza humana, una razón de envidia y celos. De la naturaleza
humana surgiría una criatura, la más bella flor del Cielo y de la tierra, "Humilde y
alta más que criatura", ningún ser la podrá igualar. Objeto de las complacencias
divinas, Ella no conoció nunca, ni siquiera por un solo instante, la esclavitud de
Satanás. Satanás no puede mirarla, no puede pensar en Ella sin ser por ello
turbado desesperadamente, sin sufrir como a ninguno de nosotros nos es dado
poder comprender.
Se lee en el Génesis que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, lo creó el
día sexto. María es la madre de la nueva creación. San Alfonso decía: Ante Dios los
ruegos de los santos son ruegos de amigos, pero los ruegos de María son ruegos de
Madre.
[1] Scott Hahn, Dios te salve Reina y Madre. La Madre de Dios en la Palabra de
Dios . Patmos, Madrid 2003, p. 120.