Manifestaciones, justicia y violencia
P. Fernando Pascual
5-4-2014
Miles de personas salen a la calle. Gritos, pancartas, reivindicaciones. En algunos casos, por
desgracia, entre los manifestantes hay “violentos”. A veces entre las autoridades unos piden
mano dura. La situación degenera, por culpa de unos, de otros, o de los dos. Cuando ya han
muertos y heridos, explota el caos y las polémicas.
Las manifestaciones públicas son un medio para defender aquello que es visto como justo.
Ocurre, sin embargo, que no siempre los manifestantes defienden una bandera justa, y que no
todos actúan con el debido respeto hacia las personas y los bienes materiales.
Sí: hay manifestaciones que defienden graves injusticias. Bastaría con mirar las imágenes de
multitudes que alaban a un dictador, o que exaltan el terrorismo, o que desprecian e insultan a
los miembros de una religión, o que piden el aborto como si fuera un derecho. ¿Es que puede
ser defendido como derecho un acto tan grave como el de matar a los hijos antes de nacer?
Otras veces las manifestaciones defienden ideales buenos y una justicia irrenunciable. Cuando
piden trabajo para jóvenes y adultos, cuando exigen seguridad ante la violencia de grupos
delincuentes, cuando denuncian la corrupción entre los políticos, cuando piden derechos
fundamentales, las manifestaciones levantan banderas que deben ser escuchadas por quienes,
como gobernantes, están llamados a servir a sus pueblos.
La distinción entre manifestaciones “justas” e “injustas” surge, por lo tanto, desde lo que unas
y otras defienden. Pero hay otra distinción: manifestaciones pacíficas y manifestaciones
violentas.
Por desgracia, hay quienes defienden una causa justa y se dejan arrastrar por violencias
gratuitas. Romper cristales de tiendas, asaltar negocios, quemar tambos de basura o coches
aparcados: ¿es que existe alguna justificación para ese tipo de actos arbitrarios y destructivos?
En muchas ocasiones, ese tipo de actos agresivos son el resultado de acciones de minorías
violentas y más o menos organizadas. Los organizadores, los manifestantes “de a pie” y la
policía deberían aliarse para que esas minorías no puedan actuar impunemente, por el daño que
provocan sobre inocentes y por las tensiones que pueden desencadenar entre las fuerzas del
orden y el resto de manifestantes pacíficos.
Trabajar por la justicia implica hacerlo con justicia. Una manifestación pierde legitimidad
cuando recurre a la violencia. En cambio, una manifestación por una causa justa queda
“autentificada” cuando se desarrolla en un clima de respeto hacia las personas y los bienes
materiales de otros miembros de la sociedad.