Sorpresas
P. Fernando Pascual
5-4-2014
Sí: hay comportamientos y reacciones que nos sorprenden. Un amigo reacciona con
extrema dureza a una petición. Un compañero de trabajo nos denigra por la espalda,
mientras cada día nos sonríe al llegar a la oficina. Un familiar difunde por aquí y por
allá, con disimulada timidez, lo que considera nuestros errores y nuestras supuestas
malas intenciones...
Sorpresas así entristecen el horizonte de la vida. Porque no esperábamos una traición de
parte de quien pensábamos amigo. Porque supusimos, ingenuamente, que esa persona no
iba a lanzarse contra nosotros. Porque pensábamos que exponer las propias ideas no iba
a provocar una reacción desproporcionada y agresiva.
Gracias a Dios, existen otras sorpresas que suavizan la existencia. Aquella persona tan
recelosa salió en defensa nuestra. Quien guardaba siempre una extraña distancia hoy está
a nuestro lado para apoyarnos en ese asunto tan complejo. Y ese familiar que todos
daban por arisco es el primero en venir a visitarnos al hospital.
El mundo de los hombres está lleno de sorpresas. Unas parecen desgajar partes de
nuestro corazón y nos dejan penas profundas. Otras permiten descubrir que existe
bondad y delicadeza tras muchos rostros que mirábamos con indiferencia.
Más allá de las sorpresas de cada día, podría preguntarme: ¿cómo actúo yo ante mis
familiares, amigos, conocidos? ¿Cómo les miro, cómo les escucho, cómo hablo de ellos,
cómo reacciono al conocer sus problemas y sus alegrías?
Quizá no lo he pensado, pero yo también he sido, más de una vez, una sorpresa para
otros. Si esa sorpresa fue desagradable y dañina, llega la hora de reparar, de pedir perdón
a Dios y al hermano. Si esa sorpresa fue alegre y esperanzadora, hay que seguir por el
buen camino y buscar nuevos modos para embellecer, con sorpresas buenas, la vida de
quienes caminan a mi lado.