¿Es posible la neutralidad?
P. Fernando Pascual
15-3-2014
Empieza una discusión sobre temas religiosos. Uno defiende que la Iglesia católica fue fundada por
Cristo, otro exalta la religión islámica, un tercero defiende el agnosticismo. ¿Es posible ser neutrales en
discusiones sobre temas religiosos, políticos, éticos y similares?
Una idea difundida en muchos ambientes no sólo considera que es posible la neutralidad, sino que
aspira a ella como si se tratase de algo bueno, seguramente mejor que los puntos de vista
contrapuestos. Por eso se habla de neutralidad en la enseñanza o de neutralidad en la prensa. En esa
misma línea, Wikipedia ha adoptado, como uno de sus rasgos característicos, la búsqueda de elaborar
los artículos desde un punto de vista neutral.
Volvemos a la pregunta: ¿es posible la neutralidad? A la hora de responder, se hace necesario alcanzar
cierta comprensión de lo que signifique neutralidad. El Diccionario de la Real Academia define
“neutral” como aquello que “no participa de ninguna de las opciones en conflicto”; neutralidad es el
sustantivo derivado de neutral. La definición supone que hay un conflicto, una diferencia en puntos de
vista, y que la persona (o el texto) neutral no apoya ni a unos ni a otros.
En realidad, querer ser neutrales significa adoptar el punto de vista de quien no acoge puntos de vista
contrapuestos. En otras palabras, una persona que pretende ser neutral ante una discusión religiosa o de
otro tipo, cree situarse en una postura de no alineación sobre las creencias de unos o de otros, cuando
en realidad lo que hace es situarse en una perspectiva que también puede ser objeto de discusión.
De esta manera, quien presume de poseer un punto de vista neutral, como si no tuviera ninguna
predisposición hacia quienes discuten sobre un tema, está colocándose en un punto de vista,
precisamente el de quien cree no tener ningún punto de vista...
Estamos, así, ante una extraña paradoja, acompañada, normalmente, por otra idea más o menos
implícita: suponer que quienes son neutrales están en una situación privilegiada a la hora de juzgar
sobre los temas debatidos.
Tal suposición de superioridad muestra, nuevamente, que la idea de neutralidad es engañosa y se
destruye a sí misma, pues quien piensa que entiende mejor un asunto por autoproclamarse neutral,
incurre en una predisposición que lo acerca a posiciones de intolerancia respecto de los otros puntos de
vista.
La neutralidad, por lo tanto, encierra una contradicción doble. Por un lado, adopta un punto de vista
que supone no adoptar ningún punto de vista. Por otro, mientras una persona “neutral” supone tener
una perspectiva mejor para afrontar un tema concreto, en realidad piensa y actúa con un prejuicio que
le impide esa apertura mental que tanto ayuda a la hora de escuchar a unos o a otros.
Por eso, en vez de defender una y otra vez una idea de neutralidad imposible y paradójica, lo más
honesto, ante cualquier tema difícil de nuestro mundo pluralista, consiste en tomar conciencia de cuáles
son los puntos de vista que uno posee, presentarlos con sinceridad a los interlocutores, y buscar con
ellos caminos para avanzar hacia esa meta que desea todo corazón humano: la verdad.