En la periferia: los embriones no amados
P. Fernando Pascual
22-3-2014
Cada año millones de embriones y fetos humanos son eliminados en el seno de sus madres. El
fenómeno del aborto muestra, en proporciones gigantescas, una de las grandes periferias de nuestro
mundo.
¿Por qué hay embriones no amados? Los motivos son muchos. Los resultados son tremendamente
trágicos: hijos destruidos, corazones de madres atravesados por un daño profundo y duradero.
Los hombres y mujeres de buena voluntad no pueden asistir pasivamente a este inmenso drama. Si hay
seres humanos necesitados de ayuda, comprensión, acompañamiento, hay que salir de uno mismo para
despertar conciencias y para proteger vidas.
Gracias a Dios, en muchos lugares del planeta hay personas individuales y grupos que buscan ayudar a
una madre para la que la presión externa o falsas ideas de “autorrealización” no la lleven al gesto
irremediable de acabar con la vida del propio hijo.
Esas personas y esos grupos forman la enorme galaxia provida. Acogen así la voz perentoria de Juan
Pablo II que, en su encíclica “Evangelium vitae” (1995) invitaba a “una movilización general de las
conciencias y un esfuerzo ético común, para poner en práctica una gran estrategia en favor de la vida”
(“Evangelium vitae” n. 95).
Gracias a tantos salvadores de inocentes y promotores de la justicia, miles de niños son rescatados cada
año. Parece poco frente al enorme número de abortos mal llamados legales que cercenan millones de
vidas humanas. Pero en el rescate de cada hijo brilla una nueva esperanza: la periferia ha sido
alcanzada por manos y por corazones que dignifican la vida de esos hijos, de sus madres y de quienes
las ayudaron a dar un sí al amor y a la acogida.