P. ROBERTO DONATO
Usted disculpará este artículo.
me disculpo puesto que se que este artículo es únicamente para algunos.
Con este artículo no pretendo realizar ni una apología ni una reseña de vida.
Pretendo compartir, simplemente, una noticia.
Muchos le han de recordar en su tiempo de director del colegio y liceo Nuestra
Señora del Carmen.
Otros le han de recordar en su tiempo de director de la escuela agrícola Jackson.
Es que el P. Donato supo ser presencia en muchas de nuestras casas a lo largo del
país.
Últimamente, desde hacía mucho tiempo, se encontraba en Paysandú.
Desde hacía un tiempo se encontraba, mentalmente, bastante perdido.
Solía reiterar preguntas.
Solía dar muestras de olvidar, casi instantáneamente, lo que se le decía.
Pero conservaba sus rasgos más típicos.
Pasaba el tiempo y, salvo por algunas canas, se conservaba tal como había sido.
Jamás perdió su simpatía y su hombría de bien.
Como, evidentemente, jamás perdió esa forma de andar que lo hacía muy
particular.
Solía andar con los brazos medio apartados de su cuerpo por una simple manera de
andar.
Solía acomodarse el cabello en más de una oportunidad como si algún mechón se
empeñase en caer sobre su frente.
Su sonrisa pronta para ser obsequiada hacía de él una persona de trato accesible.
En oportunidades que nos encontrábamos siempre me atosigaba a preguntas por
gente de Salto puesto que, por donde pasaba, solía establecer vínculos de sencilla
amistad.
Gustaba, en sus vacaciones, recorrer distintas casas, por donde había estado, para,
desde allí, visitar a sus amistades.
Estando en Montevideo se aparecía por la parroquia para que lo llevase a algunos
lugares.
Mientras nos dirigíamos hacia el lugar al que debía llevarlo iba realizando preguntas
como para estar ubicado ante quienes habría de encontrar.
Creo que tenía, como una forma de realizar apostolado (hoy se diría: de ser
evangelizador) la calidez humana.
Sus visitas, conforme las que tuve la oportunidad de acompañarlo, consistían en
realizar mil preguntas y en recordar tiempos pasados.
Sus preguntas eran realizadas con tanta calidez que jamás resultaban molestas
sino que eran una manifestación de su interés por la vida de su interlocutor.
Por los comentarios posteriores a sus visitas uno llega a la certeza de que sabía
dejar la sensación de una persona amable que continuaba cercano.
Porque ello era una de las realidades del P. Donato.
Sabía ser cercano.
No era una persona de un hablar difícil.
No era una persona que utilizase palabras difíciles para mostrar su ser una persona
culta.
Solía ser un ávido lector para mantenerse actualizado.
Decía que ello era necesario para poder responder a las necesidades del hoy.
Esa actualización no le impedía conservar un intenso amor a María Auxiliadora.
Había aprendido, en el correr de su vida salesiana, la importancia del amor a María
y nada le hacía dejar un ápice de su amor por ella.
No era uno de esos curas que viviesen con la boca llena de Dios.
Entendía que su cercanía humana era, también, su forma de hablar de Dios.
Por ello supo ser un cultor de la amistad hasta en sus pequeños detalles.
Por ello es que, me parecía, era necesario este artículo.
Debía compartir con muchos de sus conocidos la noticia de su fallecimiento.
Sé que más de uno ha de tener un grato recuerdo de su persona.
Sé que más de uno ha de expresar su sorpresa ante su fallecimiento.
Por ello es bueno concluir este artículo con un sincero deseo.
P. Roberto Donato, haya paz en tu tumba y Dios premie todo lo que has hecho con
cercanía, amistad, sencillez y alegría a favor de tantos .
Padre Martín Ponce de León SDB