MATERNIDAD
En una oportunidad miré a la gente que estaba en la eucaristía y………
“La próxima vez que venga ………… será abuela”
“Muy pronto ……. será mamá ya que ……. está por llegar”
“Compartimos, también, la alegría de…….. que ha comenzado su camino de
maternidad”
No creo se pueda decir que nuestra comunidad sea envejecida pero………
¡Que bien le hace este aire de maternidad!
No hace mucho recibía un mensaje que concluía con “Un saludo mío y de mi
pancita”
Luego de muchas búsquedas y de un embarazo truncado, avanza, entre muchos
cuidados, a una futura maternidad.
Ella también es parte de nuestra comunidad.
Cada una de ellas son madres primerizas.
Cada una de ellas viven su maternidad entre gozos y esperanzas.
Cada una de ellas hacen, de distinta manea, brotar una sonrisa nueva en la
comunidad.
El “nosotros” comunitario no es realidad, únicamente, desde las presencias actuales
sino, también, desde esos futuros colmados de ilusiones.
El “nosotros” comunitario se colma de alegría desde el gozo con que cada una de
esas futuras madres transmitían su realidad llena de meses de esperanzas.
Hace mucho bien al “nosotros” el saber que alguien de sus “yo” que la componen
están a pleno de dicha.
Era cada una de esas futuras madres quienes se acercaban para anunciar su gozo.
Era alguno (a) de los futuros abuelos (elas) que compartían el gozo creciente.
Compartir con todos este tipo de noticias es, sin lugar a dudas, crecer como
comunidad.
Con alegría vería, al final de la eucaristía, los saludos alegres del resto de los
integrantes del “nosotros”
Sin duda, como Iglesia, necesitamos de esas realidades concretas que nos hacen
bien porque nos permiten alegrarnos con y desde los otros.
Vivir como comunidad no es vivir ajenos a las realidades que hacen a la vida, bien
concreta, de los demás.
Cuando comenzamos a compartir este tipo de noticias me daba la sensación de que
existía un cierto rubor por tales alusiones “de entre casa”.
Hoy se toman como una parte más de nuestras eucaristías ya que todos son
conscientes de que esas vivencias particulares forman parte de ellas.
No hay una auténtica celebración eucarística sin la presencia de las cosas que
hacen a la vida de los integrantes de la comunidad.
Sin duda que la comunidad, por ser Iglesia doméstica, vive a pleno su maternidad
compartiendo las cosas de cada uno de sus hijos.
En oportunidades es la vida que nace, la vida que se lucha o la vida que se apaga
pero siempre es la vida que se celebra.
No hay comunidad auténtica sin vida compartida.
Claro que, como todas las cosas de la vida, no todas las situaciones son para
proclamar.
Hay situaciones que, porque sabidas, son para rezar desde el silencio.
Hay situaciones que se acompañan desde la oración.
Pero esas situaciones también forman parte de la maternidad de la comunidad.
¿Qué madre no ha sufrido en silencio algo de alguno de sus hijos?
Existen vivencias que se comparten con todos pero, también, experiencias que se
comparten con algunos pero todas, absolutamente todas, se comparten con Cristo.
Supe tener una muy buena relación con mi madre.
Con ella compartí muchas noticias buenas pero, también, debí compartir noticias
que no poseían nada de buenas.
Siempre me impactó la integridad con que recibía las mismas.
Hoy sé que así debe ser la comunidad.
Allí se comparte despertando alegría o motivando un acompañamiento orante y
respetuoso.
Sin duda que una de las noticias más gratas y que más ayudan es la de la
maternidad de alguna de sus integrantes puesto que, así, ella (la comunidad) se
experimenta continuándose.
Padre Martín Ponce de León SDB