Justicia e inmortalidad del alma
P. Fernando Pascual
8-3-2014
¿Hay algo para quienes mueren tras haber sufrido graves injusticias nunca reparadas? ¿Tiene sentido
una vida destruida por la fuerza de poderosos sin escrúpulos? ¿Vale la pena actuar éticamente si luego
todo termina con la sepultura?
Son preguntas que surgen desde lo más íntimo de nosotros mismos. Percibimos que algo está mal si un
hombre o una mujer mueren sin haber sido compensados por las injusticias padecidas, y si un criminal
recibe premios y alabanzas durante años antes y después de su fallecimiento.
Las preguntas, entonces, desembocan en una más radical: ¿puede haber verdadera justicia si negamos
la inmortalidad el alma?
No nos satisface la respuesta según la cual la historia, tarde o temprano, condena a los malos y enaltece
a los buenos. Porque incluso después de siglos hay malos cuyos monumentos brillan en lugares
destacados del planeta y reciben alabanzas de reconocidos historiadores, y hay buenos que fueron
aplastados por los opresores y que yacen completamente en el olvido.
Por eso, tiene que haber algo tras la muerte que condene los delitos de quien fue injusto y que premie la
vida de los inocentes. Ese “algo” resulta posible si nuestras almas son inmortales, y si existe un Juez
justo que premia a los buenos y castiga a los malos.
Décadas de ateísmo militante y de materialismos más o menos agresivos han puesto en duda la idea de
la inmortalidad del alma y de una justicia tras la muerte, han excluido a Dios de cualquier relación con
las acciones humanas. Pero entonces, ¿hay que considerar absurda la muerte de millones de inocentes
aplastados por los poderosos? ¿No habrá un castigo para esos criminales que incluso son alabados en
importantes libros de historia que giran por nuestras universidades?
El amor a la justicia nos lleva a admitir que todos, grandes o pequeños, ricos o pobres, del Norte o del
Sur, vamos a ser pesados por nuestras obras. Quien se haya cerrado al bien, al perdón, a la verdad, será
rechazado. Quien se haya abierto a esos valores gozará de una vida eterna compartida con Dios y con
los justos.