SAN JUAN BAUTISTA DE LA CONCEPCION Y EL
CARMELO TERESIANO
Hay dos realidades que quiero resaltar en este pequeño
artículo. La relación del santo manchego y santa Teresa. Por otro
lado con algunos miembros de la Orden del Carmen.
Juan Pujana, uno de los estudiosos más sobresalientes del
Reformador trinitario, afirma que san Juan Bautista de la
Concepci￳n es “uno de los grandes devotos y lectores entusiastas
de santa Teresa” ( Presencia de Santa Teresa en la obra de San Juan
Bautista de la Concepción, en “Monte Carmelo” 89 (1981) 255).
Cuando el joven Juan contaba catorce años, en el hogar de
Almodóvar del Campo situado cerca del convento de los Padres
Carmelitas Descalzos, tiene el primer encuentro con santa Teresa.
El acontecimiento narrado por Antonio López Rico, hermano
mayor del santo declar￳ bajo juramento en los Procesos: “La santa
Madre estuvo en su casa de este Ven. Padre, y por dos veces; en
una de las cuales iba a fundar un convento de su Orden. Y estando
un día con sus padres del Ven. Padre y de este testigo, hizo llamar
a todos los hijos, que eran ocho…Y estando todos juntos en su
presencia de la dicha santa Madre alzado el velo, fue mirando a
cada uno de por sí. Y luego le dijo a su madre de los dichos: “Su
caridad, patrona, tiene aquí, entre estos ocho, dos, que el uno de
ellos ha de ser gran santo, patrón de muchas almas y reformador de
una grandiosa cosa que se verá”.
Esta escena profética y llena de encanto humano quedará
impresa en los recuerdos familiares y en el alma del joven Juan. La
Santa se hospedaba en casa de Marcos García, padres del santo
reformador, por la proximidad al convento carmelita, por la
cristiandad que resplandecía en aquel hogar y por las relaciones de
esta familia con los frailes.
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Otro encuentro de Juan con la Santa acontece en la ciudad de
Toledo en 1580. Entonces el joven universitario cursaba sus
estudios en la Ciudad Imperial.
Juan Bautista de la Concepción comienza la Descalcez
Trinitaria en un pobre convento de Valdepeñas (1599). Las normas
de vida están inspiradas en las constituciones carmelitanas. En su
celda austera y sencilla hay un retrato de la santa Madre Teresa.
Era una expresión de amor y estima, estaba convencido del
patrocinio que Teresa ejercía sobre esta nueva vida que estaba
comenzando. Poco tiempo después, en el mismo lugar, en medio
de dificultades y contrariedades relatan los cronistas una aparición
de santa Teresa para animar y consolar al iniciador de esta nueva
forma de vida.
Fruto de estos encuentros, del cariño que profesaba a Teresa
de Avila, de la lectura de sus obras y de la relación con sus hijos e
hijas, nacen los elogios y alabanzas que hace de la figura de Teresa
y de su obra de fundadora. Llega a compararla con la mujer del
Apocalipsis, le entusiasma su amor por la Iglesia, admira su
fortaleza en las contrariedades de la vida, comenta los dones
divinos que Dios ha derramado en su persona…”Entre las mujeres
de nuestros tiempos y las antiguas, fue la más única que se ha
visto, y aun a las de los hombres, pues, en tiempos tan contrastados
y peligrosos, no ha habido hombre que haya salido a semejante
empresa”. Su admiraci￳n es tan grande que llega a llamarla “Santa
Madre”, todavía no habían beatificado a Santa Teresa.
Se ha estudiado con precisión las referencias que hace Juan
Bautista de la Concepción de los escritos teresianos. Se ha llegado
a la conclusión que el Santo no cita al pie de la letra a la Doctora
Mística. Es muy posible que tuviera en sus manos la edición
salmantina de fray Luis de León en 1588. Lo que le fascina y es
para él fuente de inspiración es la vida y la obra de Teresa. Los
datos biográficos los recuerda con frecuencia y son un modelo para
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la existencia cotidiana. Por eso el ideal religioso de Teresa de
Avila va a tener un influjo considerable en el proyecto reformador
del Santo Manchego. La oración, la sencillez de vida, el sentido
apost￳lico…ejercen una atracci￳n considerable no s￳lo en nuestro
Santo sino también en otros grupos religiosos.
Sin duda, el estudio y la reflexión sobre la vida y obra de san
Juan Bautista de la Concepción nos ayuda a comprender con más
profundidad la figura gigantesca de Teresa de Jesús. El es un
conocedor al detalle de la persona de la Fundadora y en ocasiones
hasta un intérprete de su pensamiento. Es curioso leer el elogio que
hace de la madre Teresa y su espíritu misionero, precisamente en
un momento en el que el Carmelo Teresiano no lo veía tan claro.
Sin duda, Juan Bautista en este sentido es heredero e intérprete del
pensamiento teresiano.
“En el cielo nos ayuda”, así refiere nuestro Santo la
intercesión de Santa Teresa desde cielo sobre su propia persona y
sobre su obra reformadora de la Orden Trinitaria. El consideraba
que la doctora Mística era abogada y protectora del nuevo proyecto
de vida religiosa que él había iniciado:
“Los fundadores en el cielo no reparan en el color del hábito,
sino que pasan a ayudar a quien con más desasimiento busca a
Dios. Y él sabe que siempre tengo muy en el alma la Santa Madre
nos ayuda, no porque, siendo ellos santos, no tienen tanta
necesidad como nosotros y porque, siendo ella santa, desea que
todos lo seamos y gusto, como aceite, derramarse por todos los
espíritus que de veras se quieren unir y llegar a Dios” (VIII, 136a;
citado por Pujana, p.298).
En pocas palabras y a modo de síntesis podríamos afirmar
que “Juan Bautista de la Concepci￳n admira y busca más en Teresa
de Jesús a la santa y a la reformadora, que a la escritora. La tiene y
la invoca como abogada, protectora, madre. Recaba de ella pautas
de comportamiento y ejemplos a seguir. Es la santa de su
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devoción. Es la figura que con más cariño e insistencia evoca. Se
siente en buena medida partícipe del espíritu religioso legado por
ella, en el sentido de que ha asumido en su reforma trinitaria
muchos de los elementos configurantes de la reforma teresiana,
sobre todo la del Carmelo masculino” (Pujana, p.298-299).
Sin desdecirnos de lo anterior, hemos de afirmar que nuestro
Santo es completamente original en lo doctrinal, en el tratamiento
y enfoque de sus escritos espirituales, en los temas que trata e
incluso hasta en las comparaciones que emplea. Su producción
literaria es una mina sin explotar. Es un místico que nos ofrece sus
propias experiencias con un frescor y unas características tan
propias que son únicas.
En esta segunda parte voy a señalar algunos religiosos
carmelitas que tuvieron relación con Juan García.
En primer lugar con Juan Hernández, apodado el Indigno.
Recorrió Almodóvar y su comarca predicando. Más tarde entraría
en la Reforma Teresiana (1583). El influjo en nuestro santo fue
considerable.
Cuando el Santo tiene unos catorce años entra en
comunicación con los carmelitas descalzos que se establecen en
Almodóvar del Campo (Ciudad Real). Asiste a las clases de
gramática y humanidades. Su gran maestro será Agustín de los
Reyes, excelente pedagogo y confidente del jovencito Juan. Más
adelante estimando su labor dirá de él que era un “var￳n
evangélico” “santo, “gran siervo de Dios”, “gran var￳n”, “a quien
por su virtud y letras podremos llamar doctor de la Iglesia”. El P.
Agustín piensa que entrará en la Orden de los Carmelitas pero no
fue así. Muchos años más tarde, en un encuentro que tendrán los
dos, dirá el maestro: “estoy mirando la sabiduría y providencia de
Dios ¿Quién imaginara que vuestra reverencia había de ser fraile
calzado de la Trinidad y no descalzo carmelita, habiendo habido el
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trato, amistad y comunicación que ha habido y llegar a dárselo
nosotros y vuestra reverencia quererlo? Y Dios estorbarlo para sus
fines y providencia soberana, a cuyo cargo están todas las
religiones” (Citado por Pujana, San Juan Bautista de la
Concepción. Carisma y misió n, BAC, Madrid, 1994, p.41). No
sabemos las razones por las que no vistió el hábito de Carmelita
Descalzo. El hecho es que siempre estuvo en relación con los hijos
de la madre Teresa y les tuvo un gran aprecio.
En Alcalá se encontrará de nuevo con los Descalzos. Era el
año 1583, el rector del colegio de San Cirilo era Elías de San
Martín quien jugará un papel decisivo en la reforma trinitaria. Fr.
Juan Bautista Rico entra en contacto con la vida universitaria, con
grupos y movimientos eclesiales y personajes de la iglesia
postridentina.
Cuando empieza su nuevo proyecto de vida evangélica en
Valdepeñas sigue teniendo contacto con los Carmelitas Descalzos
de la zona: la comunidad carmelitana de Manzanares, de Daimiel,
de Almodóvar del Campo, algo más lejana Villanueva de la Jara y
La Roda (Cf. ALBERTO DE LA VIRGEN DEL CARMEN,
Historia de la Reforma teresiana (1562-1962), Madrid, 1968, p.56-
68). Tuvo entre sus manos un libro importante de los primeros
a￱os de la Reforma Teresiana “La Instrucci￳n de Novicios
Descalzos de la Virgen María del Monte Carmelo”. Tiene presente
la “Regla primitiva y Constituciones” del 1592 con el prop￳sito de
que sean inspiración y guía en su obra reformadora. Esto
demuestra el afecto y cercanía que tiene con los Carmelitas
Descalzos y el conocimiento que tiene de los textos legislativos de
la ya floreciente Reforma de santa Teresa.
Corren tiempos recios para la reforma trinitaria, dificultades
de todo tipo especialmente de sus hermanos los trinitarios calzados
que quieren deshacer la obra de Juan Bautista. Decide visitar Roma
para encontrar apoyo. También aquí tiene relación con los
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Carmelitas Descalzos. Estamos en el sábado santo del año 1598. El
Reformador visita varias veces el convento de los hijos de santa
Teresa que tienen en el barrio Trastevere. En esta comunidad hay
varios españoles. El Prior Fray Pedro de la Madre de Dios era un
famoso predicador y amigo personal del Papa. Juan Bautista
reconoce el trato privilegiado y la ayuda valiosa que le proporciona
este hombre influyente. La estancia en la Ciudad Eterna será de un
año y medio. Estará en calidad de novicio y será una buena ocasión
para conocer la obra de santa Teresa por dentro. Tomó en cuenta
todo lo que se hacía de tal manera que después todo lo traspasó a
su reforma. Al mismo tiempo fue un tiempo de lucha entre la vida
estable y sosegada del convento carmelitano de Santa Maria della
Scala y la vida azarosa de reformador llena de dificultades y
luchas. Estas son sus palabras:
“Viéndome así en esto último afligido y cercado por todas
partes y necesitado de acudir por una parte o por otra a remediar y
redimir mi vida, dile cuenta casi de toda mi vida y cómo había sido
criado entre ellos, cuánto los quería y que, aunque traía este hábito,
era más frailes carmelita descalzo que no trinitario. Y que no lo
haber sido en el hábito y todo, era por no entender a Dios. Que,
puesto caso que las cosas andaban de aquella manera, si gustaban
de recibirme, aunque fuese para donado, me quedaría muy
contento. Que mi voluntad había sido que se salvasen muchas
almas” (Pujana, 157).
“Diéronme una celda do estuve por ocho días primeros
siguiendo la comunidad de los novicios. Vi que me trataban como
hombre que me habían de dar luego el hábito. Y así, enseñaban y
disponían y me hablaban y decían harto claro, para con su claridad
de palabras y certidumbre quitar mi ambigüedad” (Pujana, p. 161).
“Estando en el noviciado, cobráronme tanta afición los
novicios, sacerdotes y profesos, y yo a ellos, que ni ellos se
hallaban sin mí ni yo sin ellos. Yo nunca me parece fui hablador ni
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tuve particular gracia en hablar para entretener, pero de tal manera
allí, según sus efectos, la tenía, que no se hallaban una hora sin
mí…Para que esta afici￳n siempre fuese adelante, hubo muchas
cosas que la ayudaban. De parte mía tuvo y me dio Dios un notable
rendimiento y asentimiento a las cosas del noviciado, acudiendo y
teniéndome por dichosísimo de hacer las cosas más humildes que
allí se hacían y a todo lo que era de trabajo y puntualidad en el
coro, aunque algunos ratos me cansaba y me sobrellevaban. Con
esto, viendo que en otro hábito acudía con aquella puntualidad –
aunque yo no me consideraba como hombre que traía otro habito,
sino el suyo propio -, queríanme, amábanne, regalábanme. Y en
este amor y regalo aumentábame y fomentaba el amor que yo les
tenía” (Pujana, p. 173).
Es interesante la opinión que tiene de Gracián. Lo conoció
personalmente. Está al tanto de las luchas presentes en la familia
teresiana y afirma lo siguiente: “Por lo que entiendo haber sido
esto voluntad de Dios, es porque a nadie echo la culpa, ni al que
salió ni a los que lo echaron, porque a todos los tengo y conozco
por santos. Sino que entiendo así lo quiso Dios para hacer nuevas y
dichosas suertes fuera de la religión quien tantas había hecho
dentro de ella de gran consideraci￳n” (SAN JUAN BAUTISTA
DE LA CONCEPCION, Memoria de los orígenes de la descalcez
trinitaria, p.325). Más adelante llega a afirmar de Gracián: “Sé
decir que, a mí y a mi Religión, ha hecho mucho bien,
descubriendo las lástimas, tiranías y rabias que los moros exercitan
con los pobrecitos e inocentes cristianos, porque nos aviva los
deseos de nuestro instituto” (Ibídem).