“Evangelii gaudium” y bioética
P. Fernando Pascual
27-2-2014
El capítulo IV de la exhortaci￳n apost￳lica “Evangelii gaudium” del Papa Francisco, que está
dedicado a la dimensi￳n social de la evangelizaci￳n, tiene una secci￳n titulada “la inclusión
social de los pobres”. El último apartado de esa secci￳n trata sobre el cuidado de la fragilidad,
desde el número 209 hasta el número 216. En esos números encontramos diversos argumentos
estudiados en la bioética, y vamos a evidenciarlos ahora.
Quienes conocen el magisterio de la Iglesia católica sobre la vida en las últimas décadas pueden
percibir una línea de continuidad entre este documento y una intuición de Juan Pablo II. En una
carta publicada en 1991, y luego recogida, en parte, dentro de la encíclica “Evangelium vitae”
(n. 5), el Papa había señalado que el gran problema social de nuestro tiempo era precisamente el
de la vida por nacer, por lo que merecía la máxima atención de la Iglesia, de un modo parecido a
como en el siglo XIX la Iglesia individuó en los obreros a los más desfavorecidos y trabajó
decididamente por defenderlos.
El Papa Francisco coloca precisamente sus reflexiones bioéticas en el contexto de la atención de
la Iglesia hacia los más necesitados. ¿En qué manera?
En el n. 209, el Papa pone su mirada en el ejemplo de Cristo. Jesús se identifica con los más
pequeños (citando Mt 25,40), y por eso invita a todos los cristianos “a cuidar a los más frágiles
de la tierra”. Sin embargo, se subraya en ese mismo número, el actual modelo social no valora
los esfuerzos a favor de los menos dotados, por lo que se encuentran en una situación de gran
vulnerabilidad.
Desde este punto de partida, el documento invita a descubrir la presencia de Cristo en las
“nuevas formas de pobreza y fragilidad”. En concreto, son enumeradas las siguientes: “los sin
techo, los toxicodependientes, los refugiados, los pueblos indígenas, los ancianos cada vez más
solos y abandonados, etc.” (n. 210). También se recuerda a los migrantes y a todos aquellos que
sufren por culpa de la trata de personas (nn. 210-211).
Luego la atenci￳n papal se dirige a las mujeres, “doblemente pobres” cuando “sufren situaciones
de exclusión, maltrato y violencia, porque frecuentemente se encuentran con menores
posibilidades de defender sus derechos” (n. 212). A pesar de ello, subraya el texto, entre las
mujeres se encuentran “los más admirables gestos de heroísmo cotidiano en la defensa y el
cuidado de la fragilidad de sus familias” (n. 212).
En ese contexto, e inmediatamente tras hablar de las mujeres, el Papa dirige su mirada a los
niños por nacer, en los dos párrafos más bioéticos de todo el documento (nn. 213-214).
Intentemos desentrañarlos en sus diferentes reflexiones.
La primera frase del n. 213 permite situar el tema del aborto en el marco de la atención a la
debilidad humana. “Entre esos débiles, que la Iglesia quiere cuidar con predilecci￳n, están
también los niños por nacer, que son los más indefensos e inocentes de todos, a quienes hoy se
les quiere negar su dignidad humana en orden a hacer con ellos lo que se quiera, quitándoles la
vida y promoviendo legislaciones para que nadie pueda impedirlo”.
Los puntos abordados en estas líneas tienen una especial importancia:
-La Iglesia quiere atender con predilección a los niños por nacer.
-Tales niños son los más indefensos e inocentes.
-Existe hoy la tendencia a negarles su dignidad, en vistas a disponer de ellos libremente.
-Se les quita la vida y se promueven leyes que impiden defenderlos.
El análisis ofrecido por el Papa Francisco es sintético y claro: estamos ante una grave injusticia
cuando existen leyes que permiten el aborto e impiden la protección del más indefenso de los
seres humanos: los hijos antes de nacer. Aunque la idea no aparece de modo explícito, también
el texto puede aplicarse a todos los embriones concebidos y usados en la fecundación in vitro,
como si fuesen material disponible según los deseos de otros.
A continuación, en este mismo n. 213, el Papa señala algunos argumentos usados para acallar a
la Iglesia católica en su esfuerzo por defender a los no nacidos. “Frecuentemente, para
ridiculizar alegremente la defensa que la Iglesia hace de sus vidas, se procura presentar su
postura como algo ideol￳gico, oscurantista y conservador”. En otras palabras, estamos ante un
contexto de manipulaciones y engaños, que se construye desde afirmaciones que buscan
“ridiculizar alegremente” a la Iglesia como si ésta adoptase una postura ideol￳gica al defender a
los niños por nacer.
La respuesta ante estas acusaciones es clara y asequible también a un nivel puramente racional.
“Sin embargo, esta defensa de la vida por nacer está íntimamente ligada a la defensa de
cualquier derecho humano. Supone la convicción de que un ser humano es siempre sagrado e
inviolable, en cualquier situación y en cada etapa de su desarrollo. Es un fin en sí mismo y nunca
un medio para resolver otras dificultades”.
Se trata, por lo tanto, de considerar la defensa de la vida de los hijos desde un fundamento que
resulta irrenunciable a la hora de comprender correctamente los derechos humanos: cada ser
humano vale siempre, en todas las situaciones de su camino existencial, y nunca puede ser visto
como un medio.
Negar lo anterior, continúa nuestro párrafo, destruye los fundamentos que permiten la defensa de
los derechos humanos, lo cual lleva a someter tales derechos “a conveniencias circunstanciales
de los poderosos de turno”. Bastaría con la raz￳n (no hace falta ser creyente) “para reconocer el
valor inviolable de cualquier vida humana”.
El n. 213 concluye con una apertura a la dimensión propia de la fe, que da mayor realce al
respeto que merece cada vida humana: “si además la miramos desde la fe, ᆱtoda violaci￳n de la
dignidad personal del ser humano grita venganza delante de Dios y se configura como ofensa al
Creador del hombre»” (es citado un texto de la exhortaci￳n de Juan Pablo II “Christifideles
laici”, n. 37).
Desde lo afirmado en el párrafo anterior, el n. 214 subraya los motivos por los cuales la Iglesia
no puede cambiar su posición respecto a esta temática: “Precisamente porque es una cuesti￳n
que hace a la coherencia interna de nuestro mensaje sobre el valor de la persona humana, no
debe esperarse que la Iglesia cambie su postura sobre esta cuestión. Quiero ser completamente
honesto al respecto. Éste no es un asunto sujeto a supuestas reformas o ᆱmodernizacionesᄏ“.
Además, sigue el texto, “no es progresista pretender resolver los problemas eliminando una vida
humana”.
El Papa no duda en se￱alar aquí que “hemos hecho poco para acompa￱ar adecuadamente a las
mujeres que se encuentran en situaciones muy duras, donde el aborto se les presenta como una
rápida solución a sus profundas angustias, particularmente cuando la vida que crece en ellas ha
surgido como producto de una violación o en un contexto de extrema pobreza. ¿Quién puede
dejar de comprender esas situaciones de tanto dolor?” En otras palabras, las situaciones más
difíciles exigen un acompañamiento, y todos los creyentes en Cristo estamos llamados a ofrecer,
en la medida de nuestras posibilidades, una mano amiga a aquellas mujeres que viven un
embarazo marcado por tensiones y problemas graves.
En el siguiente punto, notamos cómo la visión bioética se extiende más allá de los seres
humanos y llega a toda la creación, que corre el peligro de ser usada de un modo indiscriminado.
El motivo de la atenci￳n a nuestro ambiente es claro: “Los seres humanos no somos meros
beneficiarios, sino custodios de las demás criaturas. Por nuestra realidad corpórea, Dios nos ha
unido tan estrechamente al mundo que nos rodea, que la desertificación del suelo es como una
enfermedad para cada uno, y podemos lamentar la extinción de una especie como si fuera una
mutilaci￳n” (n. 215).
Por eso la Iglesia también se siente llamada a custodiar el mundo en el que vivimos de forma
que no quede dañado, para el bien de nuestros contemporáneos y para el de las generaciones
futuras. El Papa corrobora esta idea con la cita de un texto poético, un “lamento”, de los obispos
de Filipinas publicado como Carta pastoral en 1988 bajo el título “What is Happening to our
Beautiful Land?”
La sección que estamos presentando concluye con una mirada a san Francisco de Asís:
“Peque￱os pero fuertes en el amor de Dios, como san Francisco de Asís, todos los cristianos
estamos llamados a cuidar la fragilidad del pueblo y del mundo en que vivimos” (n. 216).
Como acabamos de ver, la exhortaci￳n apost￳lica “Evangelii gaudium” nos presenta ideas
importantes para la reflexión bioética, desde un concepto fácilmente comprensible: la fragilidad.
Una fragilidad que nos interpela, precisamente porque no podemos sentirnos indiferentes ante el
dolor de tantos seres humanos inocentes, tratados como objetos, usados simplemente según la
utilidad que pueda encontrarse en ellos, como ocurre por desgracia en aquellas sociedades que
han puesto como fundamento el individualismo y la búsqueda desenfrenada del bienestar de
algunos.
La visión cristiana, asequible también a quienes usan adecuadamente su razón, nos sitúa en una
perspectiva mucho más rica y más hermosa: la que nos impulsa al respeto y al servicio hacia los
más vulnerables y necesitados, los hijos antes de nacer; y hacia tantos hombres y mujeres que
necesitan justicia, cercanía, apoyo, durante su camino en un mundo que esperamos más cuidado,
más limpio, más justo, y más abierto al amor.