BICHOS
La ventana está cerrada.
Durante esta semana ella será “mi ventana”
Las ramas de un añoso árbol se mueven frente a ella.
Un fugaz aguacero ha dejado de caer.
Abro un poco la ventana y dejo que el olor a tierra mojada llegue hasta mí y vuelvo
a cerrarla.
Atraídos por la luz, con la que alumbro mi lectura, distintos bichos se pasean junto
al vidrio.
Algunas mariposas nocturnas danzan desde un frenético agitar de alas.
Unas pequeñas, verdes y patudas langostas, transitan el vidrio buscando algún
resquicio por donde entrar al encuentro de más luz.
Un cascarudo va y viene golpeando con su cuerpo duro la superficie del vidrio.
Dos pequeños bichos de luz hacen brillar su luminoso abdomen. Ellos poseen luz
propia pero, igualmente están atraídos por la luz.
Han quedado afuera.
Pugnan por entrar para encontrarse con una simple lámpara incandescente de luz.
Claro, afuera es noche y todo es abundante oscuridad.
Trato de imaginarme lo que puede significar esa luz que tanto les atrae.
Son bichos de la noche pero están atraídos por la luz.
Trato de contar los que son pero las mariposas me hacen perder la posibilidad de
hacerlo.
Con su danza alocada suben y bajan o van de derecha a izquierda y me confunden.
Me limito a observarles y a sentir la satisfacción de que han quedado afuera.
Es, entonces, que me doy cuenta de que ello es lo que debo hacer en estos días.
Estoy, como todos los años, de ejercicios espirituales, de retiro.
Lejos ha quedado la parroquia donde paso la mayor parte de mis horas.
Pero, sin duda, se han venido conmigo u sin número de situaciones, vivencias y
personas.
Los retiros son un tiempo para encontrarme con Cristo y conmigo.
Esas realidades no puedo dejarlas fuera como los bichos de mi ventana.
No hay ninguna ventana posible de cerrar cuando uno se encuentra con Cristo y
con uno mismo. Creo que es todo lo contrario ya que se deben abrir todas las
ventanas.
Encontrarse con Cristo es, siempre, dejar la ventana y las puertas abiertas para que
todos entren.
Encontrarse con uno mismo es descubrir la gratificante certeza de no estar solo o
vivir para uno mismo.
Me imagino del lado de afuera y……¿qué luz es la que me llama la atención?
¿Cuál es esa luz que mueve mi actuar?
No quiero escuchar una respuesta fácil. No quiero responder lo que, estoy seguro,
debería ser mi respuesta.
Prefiero imaginarme como cualquiera de esos bichos que, desde el vidrio, pugnan
por entrar. Quizás yo, también, me veo atraído por la simple luz de alguna lámpara
circunstancialmente encendida.
Siempre he manifestado que nuestra única fuente de atracción debe ser el sol.
Ese sol que siempre está aunque no esté alumbrando como en estos momentos de
noche entrada.
Ese sol que siempre está lejos y que nos consumirá la vida en cuanto intentando
llegar hasta Él.
Ese mismo sol que siempre es tan cercano como para que las huellas de su
presencia se queden en nuestra piel.
Me imagino del lado de adentro y sé que no son bichos lo que veo sobre el vidrio de
mi ventana.
Son situaciones bien concretas que buscan adentrarse un algo más.
Son nombres y rostros que golpean mi ventana y…….. ¿los he dejado entrar o
permanecen fuera de mi vida?
Sé que cada uno de esos rostros cargan historias que me cuestan entender.
Mientras tanto, atraídos por la luz, los bichos han aumentado junto al vidrio de mi
ventana.
Padre Martín Ponce de León SDB