Victoria sobre el Chapo
P. Adolfo Güémez, L.C.
Mucho se ha hablado a partir del 22 de febrero sobre la detención de Joaquín el Chapo
Guzmán. Desde la total certeza de su identificación con pruebas genéticas, la identificación
fisonómica o la dactiloscópica forense, hasta las teorías más descabelladas de todo tipo de
engaño o puesta en escena.
El hecho es que la sociedad mexicana en general ha tenido un respiro al escuchar esta
noticia. Se siente más libre, menos amenazada, más segura. Pero, habría que preguntarse si
este sentimiento tiene un fundamento sólido.
Creo que la calidad de vida de un país no depende exclusivamente del encarcelamiento de
una sola persona. Ni siquiera de cientos, o incluso miles de ellas, por más redes criminales
que manejen.
Nuestro país es inestable en inmensa medida por la gente que nos extorsiona o hace el mal,
pero no exclusivamente. Es verdad que hay mucho que achacarles a ésos, pero en el fondo,
cada uno de nosotros puede ser causa de que exista una mayor o menor estabilidad en la
familia, en la sociedad, en la nación. Lo que México necesita con mayor urgencia es la
transformación de nuestros corazones, haciéndonos más solidarios y generosos.
El 23 febrero, al día siguiente de la detención del Chapo, tuve la oportunidad de visitar a la
Santísima Virgen de Guadalupe en la Villa. Al concluir la misa, una señora de entre la
multitud me detuvo. Dijo que su nombre era Victoria, y me pidió bendecir a su hijo
Emmanuel, un pequeñín de unos tres años, al que traía paseando en una carriola.
La mamá me explicó que venían a darle gracias a la Virgen por los dones recibidos hacía
unos días. Vicky me miró a los ojos y levantó un poco los pantalones de Emmanuel,
dejando ver que en lugar de piernas llevaba unas prótesis: «Esta semana ha dado por fin sus
primeros pasos».
«Y pronto, con la ayuda de la Virgencita, podremos también conseguirle la prótesis del
brazo», me aseguró sonriendo. Fue entonces que me percaté que al niño le faltaba, además,
la mano izquierda. Una malformación congénita había causado que naciera así.
Sin embargo, mi sorpresa llegó al culmen cuando Vicky me dijo: «Y lo que más le
agradezco a la Virgen es el regalo de tenerlo conmigo, pues lo adopté hace apenas un año».
Simplemente no pude salir de mi asombro.
Un hijo es siempre un don. Y por eso entiendo que una mamá se atreva a hacer cualquier
cosa por él. A ser capaz de mover cielo, mar y tierra con tal de proteger, sostener y ayudar a
desarrollarse a sus hijos. Pero, llegar incluso a adoptar a alguien que necesita tantos
cuidados como Emmanuel, es realmente algo que supera toda expectativa.
«Es mi hijo, padre, y haré lo haga falta para que esté bien. Dios me lo mandó, y ha llenado
mi vida de felicidad. Emmanuel me necesita, pero creo que yo lo necesito más a él.»
Este encuentro sí que causó en mí una mayor confianza. La paz y la estabilidad de México
son posibles, porque sigue habiendo corazones que no miden a cuentagotas su amor.
El ejemplo de esta señora definitivamente nos tiene que cuestionar. Debemos preguntarnos
qué más hemos de hacer para que esta sociedad sea más armónica, segura y firme.
No todos podemos adoptar a un niño necesitado. Pero, con toda certeza, sí somos capaces
de fomentar el crecimiento del amor y la generosidad a nuestro alrededor. Y estos dos
valores son los fundamentos sólidos e indestructibles que toda sociedad estable necesita.
Solo así, habrá muchas más Victorias que Chapos.
aguemez@legionaries.org