Ser limpios de corazón
Rebeca Reynaud
Jesús dijo: “Dichosos los limpios de corazón porque verán a Dios”. Nos podemos
preguntar: ¿qué me quiso decir Jesús? Que si no veo a Dios en la creación y en lo
que me rodea es que no soy puro de corazón. ¡Purifica el corazón! ¿De qué? De las
malas intenciones, pero también de egoísmo. La vida limpia implica sanear los
pensamientos, las palabras, las obras, las lecturas, lo que veo, por ejemplo, en la
televisión, la música, las amistades y los amores.
Todo lo que el hombre hace torcido lo debe enderezar, y ahora puede costar más
trabajo porque el ambiente está erotizado porque hay quienes propagan que se
puede todo, cuando la realidad es que la desregulación de las normas sexuales
conduce a la destrucción de la cultura. Lo que ayer era un movimiento de oposición,
hoy representa la política oficial de las grandes organizaciones internacionales. La
revolución sexual global es promovida por las élites del poder.
La pornografía destruye la capacidad de amar y de asumir la responsabilidad de ser
padre o madre, nos hace sucios y nos puede llevar a la depravación.
San Juan Bosco vio en una visión a un alma limpia, en gracia, y exclamó: “Si
supieras lo inmensamente hermosa que es un alma sin pecados, preferirías mil
muertes antes que manchar tu alma con un pecado”.
Cuando Jesús decía: “Vosotros sois la sal de la tierra”, sus oyentes entendían sal
por “pureza”, por exigencia de no corrupción. Hay que ser personas que brillan por
la honestidad de sus costumbres. El que sigue a Jesús no puede permitirse chistes
de doble sentido, ver programas escabrosos o tenebrosos, leer o divulgar lecturas
inmorales, o aceptar trampas en los negocios. Todo esto huele a podrido, y excluye
el ser sal de la tierra.
Qué grave sería dejar de ser sal que “preserva” para convertirse en “veneno” que
destruye.
Aprender a mirar es también aprender a no mirar. Hay que dominar la curiosidad
no sana. Hay que guardar los ojos para ver las maravillas que Dios nos tiene
preparadas en el Cielo.
El escritor francés, Paul Claudel, le escribía a Jacques Riviere: “ La castidad te
volverá vigoroso, alerta, pronto, penetrante, claro como golpe de trompeta y
espléndido como el sol de la mañana. La vida te parecerá plena de sabor; el
mundo, lleno de sentido y de belleza. A medida que avances, las cosas serán más
fáciles. Y los obstáculos que te parecían formidables, te harán sonreír”.
(Correspondence).
San Agustín dice que “con el Espíritu Santo el placer consiste en no pecar, y esto es
la libertad; sin el Espíritu, el placer consiste en pecar, y ésta es la esclavitud” ( El
Espíritu y la letra 16,28).
Y junto con la limpieza de vida es fácil fomentar la alegría, porque somos
caminantes que van rumbo a su felicidad terrena y eterna, sino, algunos nos
podrán reprochar Nietzsche, que decía: “Dice que les espera un paraíso de felicidad
en el cielo, pero viven tan tristes y de mal genio como si fueran caminando hacia el
infierno”.
Un poeta escribió:
“Bienaventurados los pájaros
que agradecen a los espantapájaros
la información de que hay trigo cerca”
(Joaquín Antonio Peñalosa).