Hablar sobre temas “claros”
P. Fernando Pascual
8-2-2014
¿Tiene sentido hablar sobre lo que parece claro, evidente, condividido por muchos? Por ejemplo, ¿hay
que hablar a favor de la sinceridad, de la honradez, de la justicia, de los derechos de los débiles? Si
existe un consenso muy generalizado sobre esos y otros valores, ¿tiene sentido abordarlos
públicamente?
Una primera respuesta será afirmativa porque por desgracia no todos aceptan esos valores. Quizá
teóricamente muchos dicen sí a la honradez, pero luego no siempre son honestos. Por eso mismo
abordar el tema tiene sentido.
Otra respuesta afirmativa nace si pensamos en aspectos problemáticos a la hora de aplicar principios
compartidos. Por ejemplo, el ideal de justicia: casi todos amamos las leyes justas; pero los problemas
surgen al bajar a lo concreto: ¿es justa esta ley que está discutiendo el parlamento?
También habrá quien diga que no hay que discutir sobre el brillo del sol: si un tema es tan evidente,
¿para qué proponerlo? Si todos (ojalá...) amamos la paz, ¿hay que razonar sobre ella? El “ojalá”
anterior, sin embargo, muestra que en muchos temas hay opositores o, al menos, personas que piden
argumentos. Aunque se trate de grupos muy pequeños, hace falta hablar sobre el asunto, aunque para la
mayoría parezca algo muy evidente.
Hay otra dimensión en estas temáticas que merece nuestra atención: ¿de verdad todo lo que es
aceptado por mayorías aplastantes está tan claro? ¿No resulta necesario, en algunos casos, poner en
discusión lo que muchos consideran como algo pacíficamente aceptado?
Precisamente algunos cambios importantes de la humanidad han surgido cuando personas creativas
han puesto en duda lo que para casi todos era evidente y claro. Pensemos, por ejemplo, lo que ha
significado para algunos pueblos que practicaban “tranquilamente” sacrificios humanos el confrontarse
con quienes consideraban tales sacrificios una gravísima injusticia. Gracias a estos “opositores” se
llegó en muchos lugares a la prohibición de esos sacrificios, superando así una tradición de décadas
que hoy nos resulta escandalosa.
Por eso es importante tener la suficiente apertura mental y creatividad intelectual para mirar
críticamente ideas y propuestas que parecen indiscutibles para mayorías, pero que tienen puntos
débiles. Hoy, por ejemplo, muchos Estados y muchas personas consideran el aborto una conquista a
favor de la mujer. Pero, ¿puede ser correcto ver como conquista y como “derecho” un acto con el que
se elimina la vida de seres humanos pequeños y desprotegidos?
Hoy como en el pasado vale la pena afrontar con mente serena y con actitudes abiertas temas que
afectan la vida de millones de seres humanos. De este modo se conseguirá, por ejemplo, que un acto de
destrucción como es el aborto sea visto en toda su crudeza. Será posible, entonces, que muchos de los
que hoy ven el aborto como derecho abran los ojos y empiecen a defender la vida de los hijos antes de
nacer, y busquen cómo ayudar eficazmente a tantas madres que han iniciado un embarazo en
situaciones difíciles.