HUID DE LA FORNICACIÓN
... el que se une al Señor, un espíritu es con él.
Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está
fuera del cuerpo;
mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca.
¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo,
el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?
Porque habéis sido comprados por precio;
glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales
son de Dios.
(1ª Corintios 6:17 al 20).
La victoria contra el pecado sensual, se consigue más con la huida, que con la
valentía de permanecer en el palenque. José el hijo de Jacob triunfó en Egipto y
quedó al fin inocente y casi dueño de Egipto, cuando huyó de su libidinosa señora.
De haber permanecido y pecado (y bien fácil que se lo pusieron), otro hubiese sido
su destino. Ello contribuyó, aunque no lo pareciera al principio, a que pudiera
acoger a su padre y a sus hermanos, permitiendo que se formara un pueblo de
Dios.
Del mismo modo que nos apartamos del fuego o del carbón por que nos
queman o manchan, así debemos apartarnos de este vicio insolente que lleva a
hombres y mujeres a su ruina y perdición. No podemos enfrentarnos a esta
inclinación perversa y fuera de razón, porque aun saliendo victoriosos, quedaremos
enlodados en sucios pensamientos y en grave peligro de insistir.
Apartándonos de una vez por todas (es difícil, y nadie puede decir que no lo
es), encontramos la única manera de salir airosos y hacer la voluntad de Dios. No
es que no mostremos comprensión por las caídas de los que no huyen y se pasean
por el peligro, pero los males de tal forma de proceder además de ofender a Dios, a
nosotros mismos y a otros, traen enfermedades y otros muchísimos males.
Es un enemigo que ataca con tanto más rigor, cuanto más nos acercamos a
él. Lo hemos comprobado todos. Solo distanciándote de conversaciones, jactancias,
y curiosidad, es como puedes obtener la victoria. Y eso solo lo puede poner en tu
corazón el Espíritu Santo, porque Él vela por los que sinceramente se saben
vulnerables y claman a Él. “Quien quita la ocasión quita el peligro”, dice un viejo
refrán.
Cuando nos acercamos a estas cosas en demasía, nuestros pensamientos
que antes estaban limpios y reposados, se convierten en un volcán que, de no
apartarse y apagar del todo, nos estará empujando al mal. Seamos los cristianos
ejemplo de todos en nuestro trato entre nosotros, hombres y mujeres, y no demos
ocasión al diablo para que se entremeta y nos lleve a su terreno. (Efesios 2:27).
La sobriedad y el respeto, son insoslayables para nosotros. Lo que digan los de
afuera no nos interesa.
O vences ese peligrosísimo mal con la huida, o el mal te perseguirá si te
advierte asequible. No seamos necios y no provoquemos a un enemigo poderoso,
porque aunque le venzamos, como es sucio nos ensuciará y acosará. Alguna escena
lúbrica o un acercamiento indebido, nos imprime un recuerdo que no cesará de
acosarnos.
El cuerpo y los sentidos son unos traidores, a los que nos conviene a los
cristianos tener bien sujetos en sobriedad y equilibrio, contando con el espíritu
Santo de Dios que nos sostiene constantemente, mientras a Él y solo a Él le
prestemos atención.
La mayoría de los males, sobrevienen porque se menosprecia el castigo.
Algunos dicen que el Señor es muy riguroso, pero los flojos castigos y la indolencia
y permisividad, hacen que el hombre ande sin temor por los más desequilibrados
campos del pecado . Por cuanto no se ejecuta enseguida sentencia sobre la
mala obra, el corazón de los hijos de los hombres está en ellos dispuesto
para hacer el mal. (Eclesiastés 8:11).
No nos fiemos de nuestra fortaleza, porque muchos virtuosos de larga
trayectoria cayeron miserablemente. La aproximación a las conversaciones,
amistades, y vicios pequeños que llevan a los grandes, ha sido desde siempre el
motivo de las más lamentables caídas de grandes reyes, y de grandes hombres de
Dios. ¿Cuanto más de nosotros, pequeños y débiles?
David con ser tan gran amador de Dios, pecó de la manera más miserable
por estar ocioso, y porque Betsabé no supo estar donde debía. Salomón, con ser
tan sabio, también pecó dolorosamente, así como tantos otros ejemplos como nos
ofrece la Escritura para nuestro aviso, recato y ejemplo.
De manera hermanos, que estas cosas son de mucho recordar y llevar a
cabo, puesto que aunque no nos quememos, saldremos del fuego, rotos y tiznados.
Muchos se extrañan, cuando ven que te envuelves con ellos, y los que aunque
malos te tenían por distinto y cristiano, dejarán de respetarte, y el Evangelio de
Jesucristo quedará en entredicho y ultrajado.
La denostada usanza, por considerarse anticuada, de estar las mujeres en
su lugar y los hombres en el suyo, es aún el mejor sistema para salvaguardar el
alma de las tentaciones que, en los paganos son naturalmente inducidas, si no hay
escrúpulo moral que las encauce por sus legítimas vertientes. La excesiva
familiaridad y contactos, bromas, y descoco producen resultados nefastos en los
que no son cristianos. Así igualmente en los que son.
A quien esto le parezca que es extremar las cosas, clamo a los verdaderos
adoradores de Dios en Espíritu y en verdad, a ver si no se conforman los hombres
santos a estas costumbres. La demasiada cercanía enciende una mecha explosiva
que da como fruto la fornicación; si no, de otras maldades más perversas para la
perpetración de las fornicaciones.
Todos los tratos de cristianos entre hombres y mujeres han de ser
prudentes y vigilantes, ya que una pequeña mecha provoca un gran incendio. De
ello nos habla el profeta: No piensan en convertirse a su Dios, porque espíritu
de fornicación está en medio de ellos, y no conocen a Yahvé. (Oseas 5:4).
Si estamos en el mundo y adoptamos sus costumbres, caemos
bajo maldición como también dice otro gran profeta : ¡Oh almas adúlteras! ¿No
sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera,
pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.
(Santiago 4:4). Dios es nuestro mejor amigo, pero no del mundo y sus malas obras
y su porfiada enemistad contra Él. Si nos vamos con el enemigo de Dios, no es Dios
quien se constituye enemigo nuestro, sino somos nosotros los que nos hacemos de
Él. ¿Queremos ser enemigos de Dios? ¿Somos más fuertes que Él? (1ª Corintios
21,22).
A los fieles que confían en Él, y detestan las mundanalidades que llevan a la
tentación por la relajación de las costumbres, Dios les dice por boca de Pablo
apóstol: Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el
Señor para el cuerpo. Y Dios, que levantó al Señor, también a nosotros nos
levantará con su poder . (1ª Corintios 6:13,14).
AMDG