COMPARTIENDO DIÁLOGOS CONMIGO MISMO
EN EL AMOR HAY QUE VOLVERSE VIDA
Cuando el amor nos nace, la savia se embellece
en la poesía que se crea y en la luz que nos recrea,
en el verso que llamea y en el sol que nos cobija,
en la voz que nos vive y en el cielo que nos llama.
La proximidad hace que los muros y las distancias
se desplomen, que las murallas se desmoronen,
y que los horizontes se abran como amapolas
a la ternura de quien quiera compartir con nosotros.
Andamos necesitados de amor a pesar del trajín
con el que nos vemos y movemos de acá para allá,
deberíamos ver el sentido profundo de lo que soy,
y disponernos a vivir con pasión el deseo de amar.
Aprender a amar es aprender a quererse y a querer.
Para incorporarse a este itinerario de entusiasmo,
hay que dejarse absorber por el impulso del alma,
visionar con otros ojos, sentir que nos donamos.
Porque el amor es un apetito incesante y creciente,
dejémonos cautivar por un corazón que sienta,
y que abrigue el anhelo de tú no morirás jamás.
Olvidémonos de las palabras que nada cuestan.
Efectivamente, el amor ha de motivarnos a no ser,
para ser en los demás el aire que anima y reanima,
un motivo sublime que se nos brinda para florecer
y llegar a ser algo en sí mismo, para volverse vida.
Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
8 de febrero de 2014