¿Existe el dogmatismo científico?
P. Fernando Pascual
1-2-2014
Hablar de ciencia, para muchos, es sinónimo de hablar de amor a la verdad, de actitud abierta, de
espíritu sanamente aventurero de búsqueda. De ahí que también muchos piensen que no puede
haber dogmatismo en el mundo científico, precisamente porque un buen investigador no puede
suponer que haya certezas absolutas en el estudio del mundo material: todo puede ser puesto en
discusión a partir de nuevos datos observados.
La realidad, sin embargo, se nos presenta mucho más compleja. El científico es un ser humano
como los demás. Valen para él las observaciones de la sociología y de la psicología, de la
antropología y de la historia. Está abierto a intereses buenos y a intereses malos. Puede trabajar
de modo honesto o someterse a deseos turbios o a las presiones de quienes pagan sus
investigaciones y estudios.
Además, el científico tiene sus propias convicciones. Porque es convicción, por ejemplo,
suponer que la realidad obedece a estas leyes y solo a estas leyes. Quien llega a esa convicción,
encuentra serios problemas cuando un fenómeno “escapa” a las leyes consideradas como
inmutables y absolutas. Si tiene actitudes dogmáticas, rechazará el fenómeno como ilusorio o
como una información falsa. Si tiene una mente abierta, analizará mejor las nuevas
informaciones recibidas y será capaz de repensar la teoría que hasta ese momento consideraba,
erróneamente, como inmutable.
Basta con un poco de espíritu observador para descubrir que el dogmatismo existe, y mucho, en
el mundo científico. Porque era una actitud dogmática la que llevaba a algunos enemigos de
Galileo, muchos de ellos científicos, a criticarle con pasión. Y porque también era actitud
dogmática la del mismo Galileo a la hora de despreciar las propuestas sobre los cometas
elaboradas por otro científico, Kepler...
Algo parecido ocurre hoy cuando algún especialista declara que el embrión humano no sería
miembro de la especie humana con una seguridad que sólo puede venir de prejuicios propios de
un dogmatismo ajeno a la auténtica naturaleza del trabajo científico. O cuando un investigador
se atrinchera en sus teorías sin abrirse a los datos que ofrecen otros investigadores y que
ayudarían a comprender mejor nuevas dimensiones del mundo en el que vivimos.
Reconocer el peligro del dogmatismo entre los científicos permite relativizar algunas
afirmaciones que hoy parecen “dogma” y que mañana serán puestas en discusión; y facilita una
actitud más abierta a la hora de mirar realidades tan complejas como una célula o como el
comportamiento de quien decide dedicar lo mejor de su vida al servicio de los pobres y los
enfermos...