La fe nace del amor
La luz de la fe (II)
José Martínez Colín
1) Para saber
Habiendo reflexionado la vez anterior sobre la necesidad de la
fe para poder iluminar toda nuestra existencia, ahora veremos cómo
nace la fe.
El Papa Francisco nos dice que “la fe nace del encuentro con
el Dios vivo, que nos llama y nos revela su amor ”. Es un amor que
existe antes que nosotros y del que podemos estar seguros para
poder construir toda nuestra vida (cfr. “La luz de la fe”, n.4).
La fe nace del encuentro con Dios que nos otorga ese don
sobrenatural. Es un regalo y no cualquiera. Si es grato recibir un
regalo, cuánto más cuando ese regalo es muy valioso. Pues bien, el
regalo de la fe es valiosísimo pues nos acompaña durante toda
nuestra vida terrenal para que no andemos en tinieblas.
Por eso habla el Papa Francisco de sentir la gran alegría de
creer, pues con la fe nuestra vida se vuelve grande y plena al saber
que contamos con un amor que es inquebrantable. Esa visión
luminosa de la existencia es lo que hacía que los primeros cristianos
estuvieran dispuestos a dar testimonio público incluso a costa de su
vida terrenal. Y ¿dónde podemos experimentar ese amor de Dios?
2) Para pensar
Se cuenta que había un hombre maduro de más de 40 años
llamado Juan, que decía que cargaba consigo una pesada carga por
un error cometido hacía muchos años atrás, y lo mantenía en
secreto. Cuando tenía 21 años había cometido un "grave error" y
nunca a nadie se lo había compartido. Sus amigos más cercanos
sabían que él se había arrepentido verdaderamente, pero aun así, él
no se había perdonado a sí mismo.
Su carga era pesada y, aunque había leído sobre el perdón de
Dios, creía que no era suficiente para él.
Conocía a una mujer anciana que solían coincidir cuando iba a
la iglesia. Sabía que la mujer tenía algunas visiones donde Dios le
hablaba directamente a ella. En una ocasión Juan se le acercó y le
pidió: “La próxima vez que le hable a Dios, ¿podría usted
preguntarle a Él, si mi error de hace 21 años ha sido perdonado?”
La anciana le dijo con gusto que lo haría.
Pasados los días, ella se encontró con Juan y éste le preguntó:
"¿La visitó Dios estos días pasados?" Ella le dijo que sí. “Y bien, ¿le
hizo la pregunta sobre mi error?" Ella le dijo que sí lo había hecho.
"¿Y qué le contestó Dios?"- Ella le respondió: “¡Me dijo que no
recordaba su error!”
Juan comprendió que su pequeño corazón no había
comprendido hasta ahora el corazón infinitamente misericordioso de
Dios, y que su amor es mucho mayor que todos nuestros pecados.
Había experimentado el amor de Dios y se retiró sintiéndose al fin
libre.
3) Para vivir
Se había dicho que la fe nace del encuentro con el amor de
Dios. Ese amor de Dios lo podemos experimentar cada vez que nos
acercamos a su misericordia para pedirle perdón.
San Josemaría Escrivá solía llamar al Sacramento de la
Penitencia o Confesión como el “Sacramento de la alegría”, pues ahí
nos encontramos con nuestro Padre Dios que siempre nos perdona
por los méritos de su Hijo Jesucristo. En su libro Camino nos dice:
“¡Mira qué entrañas de misericordia tiene la justicia de Dios! –
Porque en los juicios humanos, se castiga al que confiesa su culpa:
y, en el divino, se perdona. ¡Bendito sea el santo Sacramento de la
Penitencia!” (n. 309).
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