MUJER DE HOY
Desgraciadamente nos hemos acostumbrado a tratar a María como una
mujer sin tiempo.
Como un ser ubicado en una historia de hace muchos años y, luego,
abstraída de todo tiempo.
Nos cuesta verla como un alguien que transita por nuestros caminos en esta
nuestra historia llena de hoy.
Sin duda que la miramos como que no tiene que ver con este año electoral
que ha comenzado o con la minería de cielo abierto o con Pluna.
Lo suyo pasa por acompañarnos en lo más profundo de nuestro hoy.
Este tiempo donde la esperanza se ha destruido en muchos trozos y es muy
difícil recomponerla.
Este tiempo donde es muy difícil encontrar razones válidas para apostar a la
solidaridad.
Este tiempo donde, parecería, que muy poco cuentan los pequeños detalles
cotidianos.
Es allí, desde esos desafíos de nuestro hoy, donde podemos descubrir a
María como una mujer de nuestro tiempo.
Supo vivir intensamente la realidad de un tiempo donde no son muchas las
diferencias con nuestro hoy y, desde esa vivencia, supo brindarnos a Cristo,
la mayor de las respuestas.
Esa vivencia no la hizo en abstracto sino desde pequeñas grandes
realidades concretas y cotidianas.
En medio de las desesperanzas de su pueblo supo ponerse, por entera, en
las manos de Dios como el único que podía brindar una respuesta válida a
tantas angustias.
No le importó que Dios destruyese su proyecto para asumir, como propio, lo
que Él le brindaba.
Supo vivir cada momento con la mirada bien puesta en las manos de Dios y
el convencimiento de que éste no habría de abandonarle.
Por más compleja que se pudiese poner su situación, desde el punto de
vista de sus contemporáneos, jamás se sintió desfallecer en su confianza y
lejos de dudar más y más se abandonó, confiada, en las manos del Padre
Dios.
Pasó por duros momentos de carencias y necesidades pero supo vivirlas
como un momento de Dios y logró descubrir, en cada uno de esos
momentos, la presencia de Dios y el para qué de su actuar.
En los instantes de mayor crudeza, en su condición de madre, pudo estar en
perfecta comunión con el dolor, el sufrimiento y la confianza.
Cuando, conforme las circunstancias de la vida, se le brindó la oportunidad
de disfrutar de un momento de gozo lo hizo con la mirada atenta a todo lo
que sucedía en su entorno para poder disfrutar mucho más de tal momento.
Así podríamos seguir mirando, desde grandes líneas, lo que ha sido el
actuar de María y lograr descubrir que, hoy, continúa actuando de igual
forma.
Hoy transita por nuestra historia mirando, con ojos grandes, cada uno de
nuestros momentos para ayudarnos a que los vivamos como ella los supo
vivir.
Es, entonces, que podemos encontrarnos con una amiga que siempre está
dispuesta a ayudarnos a que nos ayudemos a superar, desde lo profundo,
cada uno de nuestros momentos.
María no es alguien que se nos impone sino que camina nuestra historia
con su vivencia, hecha amistad, disponible para quien lo desee.
María no camina nuestra historia para obligarnos a vivir lo que ella sino que
nos hace saber su cercanía para que podamos compartir con ella nuestra
realidad y, así, hacernos saber que no estamos solos en nuestras
búsquedas.
Por ello es bueno poder lograr ver a María como una mujer muy de nuestro
tiempo.
Poderle hablar, con toda confianza y naturalidad, de nuestras situaciones y
con nuestras palabras.
Poderle decir de nuestras dudas e interrogantes con toda confianza.
Poderle hacer saber de lo nuestro no con frases hechas o prefabricadas sino
con la naturalidad con la que se habla a una amiga muy cercana y muy de
hoy.
Padre Martín Ponce de León SDB