ALGO MÁS QUE PALABRAS
LA FRATERNIDAD NO CONOCE PATRIA, SINO ESPÍRITU COMUNITARIO
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Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
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Me alegra que un líder tan influyente en el mundo actual, como el papa Francisco, para la
celebración de la XLVII Jornada Mundial de la Paz, tomase la fraternidad como fundamento y camino
para la armonía. Verdaderamente, sólo el rencor y la ambición tienen patria, no así la concordia que no la
tiene, porque no conoce muros, ni fronteras, alberga otros valores más del corazón y del níveo deseo
interior.
La globalización, como ha dicho Benedicto XVI en la carta encíclica Caritas in Veritate, nos
acerca a los demás, pero no nos hace hermanos. Sin duda, el mundo necesita hermanarse mucho más,
abolir o reducir los ejércitos, para celebrar y promocionar la armonía entre seres humanos.
Indudablemente, es la gran asignatura pendiente, la confianza y comprensión de unos y de otros, el
espíritu de la tolerancia y del respeto, que también ha de injertase en las mentes y en los corazones de las
gentes.
Por desgracia, vemos con cierto alarma que, cuestiones tan vitales como el mundo de las
relaciones humanas, que deberían ser consideradas punto de partida, se debilitan o se corrompen. Al final
se une la ciudadanía por intereses individuales, pero no fraterniza, cuando se acaban las ventajas propias
se desmorona el vínculo. Puro egoísmo. Si tuviésemos una auténtica relación fraterna, la pobreza no
existiría como tal, todo sería un compartir y un desprenderse hasta de uno mismo.
Precisamente, una de las principales enfermedades de este siglo radica en vivir alejado del
prójimo, al considerarlo muchas veces como un enemigo o como un contrincante más, en la lucha por la
supervivencia. Por otra parte, apenas tenemos tiempo para pensar, vivimos de manera alocada e
insaciable, como si el mundo se fuera a acabar mañana mismo. Tenemos que recuperar tiempos perdidos
para fortalecernos como seres humanos. La humanidad no puede seguir destruyéndose a sí misma en
medio de una enfermiza indiferencia. Bajo un continuo clima de conflicto entre ciudadanos e
instituciones, entre políticos poco servidores y un pueblo engañado, que suele apoyarse en poderes
corruptos, la familia humana malvive entre la desesperación y la desconfianza.
A mi juicio, faltan personas de servicio auténtico, entregadas a la escucha del sufrimiento,
dispuestas a acompañar al que padece; ciudadanos que se desgasten en prestar auxilio a todas horas, que
estén en guardia permanente para dar esperanza; puertas abiertas dispuestas a acoger al que no tiene
hogar, ventanas a la vida orientadas a la luz para conquistar otros horizontes de caridad fraterna. Todo
esto y más germina de un espíritu fraterno.
Con el inicio del nuevo año, sería saludable descubrir la nueva patria de todos los seres humanos,
que no radica en territorios, puesto que se nutre del amor y esta bondad todo lo engrandece, hasta
convertir a los otros, en nosotros, en un modo de vivir más profundo, o sea, más humanitario.
Necesitamos huir de esta mundanidad interesada y cultivar, desde el corazón, con más valor y
generosidad el espíritu de hermanos.
Realmente estamos acostumbrados a ponernos del lado del poder, pues no, hay que ponerse con
el más débil, alzar con él su voz, vivir junto a él con la esperanza de que pueda contar con nosotros, y
desvivirse por él hasta volcarse en un espíritu comunitario. Para ello, uno tiene que saber también aceptar
lo que otros pueden ofrecernos. Que puede ser un lloro o una sonrisa. Esto es lo que nos distingue de otras
especies, el arte de comunicarnos y de entendernos como hermanos.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
1 de enero de 2014