Necesitados de Dios
P. Fernando Pascual
28-12-2013
Necesitamos tantas cosas. Algunas, irrenunciables: no podemos vivir sin comer ni beber. Otras, de una
importancia indiscutible: amar y ser amados. Otras, que pueden ser dejadas de lado, como ir de
vacaciones a un lugar exótico.
Necesitamos, sí, muchas cosas. Necesito salud y alegría. Necesito consuelo y esperanza. Necesito
amistad y cercanías. Necesito fuerza y metas buenas.
Necesito, sobre todo, a Dios. Porque sin Él la vida tiene un final misterioso y, para muchos, triste.
Porque sin Él no habría justicia completa ni felicidad auténtica. Porque sin Él faltaría esa ayuda que
nadie en la tierra puede darlos: la de su misericordia y su gracia.
Necesito, por eso, escuchar su Voz en el Evangelio, sentir su Presencia en la Eucaristía, recibir su
perdón en la Penitencia, tener tiempo para abrirle mis penas en la oración.
Necesito hoy ese gran don de la paz que Jesús trajo, a los de cerca y a los de lejos (cf. Ef 2,17); una paz
que nace desde la redención del pecado; una paz que luego puedo transmitir en casa, en el trabajo, en la
calle, en cada encuentro.
Somos pobres, hambrientos, necesitados, de la ayuda que viene de Dios Padre, del fuego confortante
del Espíritu, del Cuerpo y de la Sangre que limpian los pecados, del Amor que abre, de par en par, las
puertas de los cielos.