CERCANA DE PARTO
María avanza por el camino polvoriento.
El calor de la jornada le produce una sensación particular.
Sus piernas, parecería, pesan muchísimo más que lo habitual.
Es que están hinchadas.
Es que la caminata aumenta su tamaño y su peso.
Su vientre, parecería, pesa mucho más que lo que pesa en realidad.
Está cercana de parto y camina pesadamente.
Siente la necesidad de detenerse con frecuencia y colocar sus manos sobre
su espalda a la altura de las caderas.
Es un alivio transitorio pero alivio al fin.
Por momentos sus sandalias parecen morder la piel de sus pies.
Avanza en silencio.
Avanza pesada y lentamente.
Sus manos, bajo su vientre, parecería buscan aliviar el peso del mismo.
Toda ella es un grito silencioso de un parto que se avecina.
Es parte de la navidad de ayer y debe ser parte de la navidad de hoy.
Navidad no es un recuerdo sino una vivencia de hoy.
Es transitar lentamente por los caminos del hoy.
Es levantar el polvo de nuestras realidades para que lo esencial quede a flor
de piel.
Es experimentar la presencia viva del amor de Dios en cada uno de nosotros
y sentir la necesidad de brindarlo desinteresadamente.
Transitar los caminos no es tenernos como destino final sino una forma de ir
al encuentro de los demás.
Siempre hay un alguien está esperando lleguemos cargados de Navidad.
Alguien espera lleguemos para poder sonreír.
Alguien espera lleguemos para saberse alguien.
Alguien espera lleguemos para sentirse útil.
Alguien espera lleguemos para recibir al Cristo que está en nosotros.
Navidad es siempre avanzar con una buena noticia para brindar.
Dios mira a la humanidad con ternura y nos regala a su hijo para
acompañarnos en el camino.
Por ello Navidad es irrupción del amor de Dios en nuestra historia.
Por ello Navidad es cercanía de Dios que se hace rostro y ternura.
Navidad comienza con el hecho de ponerse en camino.
No se realiza Navidad quedándonos en nuestras seguridades.
Es, siempre, ir al encuentro.
Es asumir lo que implica ponerse en camino sin mirar las dificultades e
incomodidades.
No es salir al encuentro desde una carrera alocada sino desde pequeños
pasos que pueden resultar pesados y exigentes.
Navidad es no detenernos en nosotros sino transitar por un hoy colmado de
rostros que nos están esperando porque necesitando.
Somos sabedores de que nuestra vivencia de Cristo es pequeña y frágil pero
ello no le hace le consideremos insuficiente o innecesaria.
Nuestra pobre vivencia cristiana es valiosa y debe ser útil en nuestro hoy.
María nos regalará un niño recién nacido.
Frágil y pequeño como todo niño recién nacido.
Con los ojos cerrados y las manos pequeñas que se agitan aferrando nada.
Con las piernas frágiles que no pueden sostener su cuerpo.
Con el cuello débil que apenas sostiene su cabecita llena de despeinada
pelusa oscura.
Ya habrá tiempo para ayudarle a crecer.
Ya habrá tiempo para que sepa ver y tomar su historia en sus manos para
construirla
Ya habrá tiempo para sus piernas lo conducirán al encuentro de la voluntad
de Dios.
Ya podrá mantener su cuello firme para no doblegarse ante las ofertas
cómodas.
Aquel niño recién nacido será una oferta válida.
Como válida será nuestra oferta pequeña de cada día.
Ya habrá tiempo para hacerla crecer.
Mientras tanto, como ella, caminamos con pasos lentos porque cercanos de
parto
Padre Martín Ponce de León SDB