URGEN MUJERES CATOLICAS EN LOS MEDIOS
“La tarea específica de las mujeres en épocas de cambio es
procurar que no sean olvidados los componentes naturales de la
sociedad: los seres humanos”. Singrid Undset, Premio Nóbel de
Literatura, en su libro Las mujeres y las guerras mundiales.
Es muy grande la tarea que se nos plantea a todos, hombres y mujeres
cristianos, en esto de crear una opinión publica que refleje la verdad y el
bien, pues de ello, dependerá “la manera de pensar, de sentir y de actuar
– como decía Pablo VI- de aquellos que –por su joven edad o por falta de
cultura- no son capaces de formular un juicio critico”.
A lo que me atrevo a añadir: Nos u rge la mirada femenina para transmitir,
como solo las mujeres saben hacer, la verdad “políticamente incorrecta”,
los valores humanos que parecen perdidos, la esperanza a “los más
débiles de la sociedad: los niños, los pobres, los enfermos, los
marginados y discriminados”.(Juan Pablo II en el Jubileo de los
periodistas).
Y para ello, ¡Necesitamos mujeres en los medios de comunicación!
Es más, como afirmaba en una entrevista Rocío Figueroa, oficial del
Consejo Pontificio para los Laicos: “la mujer ha de responder a los
desafíos que presenta la sociedad actual para el anuncio del Evangelio,
una sociedad que cada día ve claudicar la verdad y los valores que
defienden la dignidad humana y la familia, un mundo que se construye
prescindiendo fácticamente de Dios y que urge por una respuesta que dé
razones de nuestra esperanza.
Es con esta conciencia que la mujer, según sus características
propias deberá concentrar su fuerza y su empuje y deberá con conciencia
formar y desarrollar sus capacidades humanas, intelectuales y espirituales
para hacer llegar el anuncio del Evangelio a las personas humanas en los
distintos ámbitos de la sociedad: la familia, la educación, los medios de
comunicación, las ciencias, las leyes, la política etc. Podemos decir que
como la Iglesia es universal por su llamada a evangelizar el mundo
entero”.
Vamos, que si las mujeres no existiesen, sería necesario inventarlas,
como dice uno de mis hijos.
Dicho de otro modo, “El genio de la mujer aún no ha dicho su última
palabra en la historia de la humanidad”, y por tanto resulta urgente,
“invocar aquel suplemento de alma del que la mujer es portadora para
caminar sin prejuicios hacia ese humanismo integral”. Es más, “los valores
etiquetados como feministas deben convertirse en valores humanos o la
humanidad fracasará”, como asegura Enrica Rosanna, subsecretaria de la
Congregación vaticana para la Vida Consagrada, en su libro “La riqueza
de ser mujer”.
Esta afirmación concuerda con estas palabras de la periodista Margarita
Rivère recogidas en el prólogo de Nosotras que contamos, mujeres
periodistas en España que acaba de publicar la periodista Inés García-Albi:
“Que una periodista pueda decidir qué es o no noticia o qué marca o no la
actualidad es, hoy por hoy, una excepción. Quienes somos ya veteranas
en este oficio…no podemos dejar de mirar un horizonte profesional en el
cual los criterios de selección de la información reflejen otra forma de ver
el mundo, de entender la realidad y de valorar lo que merece ser contado.
Este reto esta ahí, agazapado, a la espera deque las nuevas generaciones
jóvenes de periodistas de ambos sexos lo agarren por los cuernos. Es un
reto mucho más ambicioso que Internet y todas las maravillas que trae la
tecnología porque afecta al criterio y a la mirada, es decir, a cómo y por
qué elegimos lo que hay que explicar a nuestros conciudadanos.”
En los últimos años se ha hecho mucho, es verdad. Pero todavía queda
por hacer.
De todos es conocido mi apuesta exigente y esperanzadora por las
mujeres, las nuevas mujeres del S.XXI, que, sabedoras de la
responsabilidad que lleva consigo el titulo de “guardianas del ser
humano”, y las cualidades propias de la personalidad femenino que el
Padre Eterno nos ha concedido para ello, no se arrugan ante el gran reto
de sembrar en los corazones la grandeza, la belleza, la bondad y la verdad
del rostro de Cristo.
No obstante, esta responsabilidad me lleva a cuestionarme una serie de
preguntas, a modo de lluvia de ideas, que como mujer, católica y, porque
no decirlo, feminista (entendiendo por ello, un feminismo de la
complementariedad fundamentado en la diferencia y la igualdad de
sexos), creo necesarias en estos tiempos que corren. Les invito a leer y
reflexionar conmigo.
¿Soy consciente de mis cualidades femeninas (ternura, delicadeza,
intuición, fortaleza, valentía, generosidad, cuidado, respeto,
comprensión,…) para transformar al ser humano, presente y futuro de
nuestra sociedad?
¿Se utilizarlas para sembrar con ellas la doctrina de la Iglesia, para
promover él dialogo y la cooperación entre los hombres de todas las razas
y condiciones, y para defender los principios básicos de la dignidad del
ser humano por todos los rincones del planeta?
¿He dejado de dar mi toque de mujer cristiana en las conversaciones con
mis hijos, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, y con todo aquel que
se cruce por mi camino?
¿Qué medios humanos y sobrenaturales voy a poner en juego para ello?
¿Soy consciente de la responsabilidad que tengo para con la felicidad de
las generaciones futuras? ¿Voy a dejarles “colgados” con mi silencio, como
dicen ellos, por comodidad, complejos, o simplemente por miedo a que
me miren mal por pensar y decir algo “políticamente incorrecto”?
¿Defiendo con seguridad y, porqué no, con la cabeza bien alta y unas
dosis de descaro, la maternidad, la conciliación familiar con el trabajo
profesional, la imagen de la mujer en los medios de comunicación, su
dignidad, etc?
¿Con qué impedimentos técnicos, culturales y organizativos me encuentro
a la hora de utilizar las nuevas tecnologías para dar gratis lo que has
recibido gratis? ¿Qué puedo hacer para superarlos?
Si, es difícil, no lo voy a negar. Pero Dios cuenta con nosotros en esto de
la opinión pública. No debemos olvidar lo que dice el Evangelio de San
Mateo: Jesús, “Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban
fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a
sus discípulos: La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos.
Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para su
cosecha”.(Mat 9, 36-38).
Por lo tanto, el que no sepa escribir, que se instruya. El que no tenga
argumentos, que lea, asista a conferencias, que pida orientaciones a
personas con criterio. El que no sepa hablar, que sonría y hable con el
corazón. Y “e l que no pueda escribir, ni hablar, que rece todos los días por
la opinión pública”, como aconsejaba San Josemaria Escrivá de Balaguer.
Es más, añadía: La Opinión pública es tarea de todos. Los profesionales
aportando sus conocimientos y dando doctrina; y los ciudadanos,
participando en los medios a través de cartas al director, encuestas,
llamadas, foros,(…) Nos aguijonea la responsabilidad de llevar la doctrina
al mundo entero, a los hombres y mujeres de todas las razas, lenguas y
condiciones”
¿Se acuerdan de aquella frase de la televisión, que Fernando Tola le
dirigió a Carmen Maura: "Nena, tu vales mucho"?
Ánimo! Y recuerda aquellas palabras de Juan Pablo II: “NO TENGAIS
MIEDO DE LA OPOSICION DEL MUNDO...... QUE LA VIRGEN SANTA NOS
AYUDE A COMUNICAR, CON TODOS LOS MEDIOS, LA BELLEZA Y LA
ALEGRIA DE LA VIDA EN CRISTO NUESTRO SALVADOR.”
Remedios Falaguera