Paradojas democráticas
P. Fernando Pascual
7-12-2013
Exigen el derecho a decidir, pero critican a quienes se separan de la propuesta “oficial”.
Reclaman que la democracia admite el pluralismo de ideas, pero luego aplastan a los disidentes.
Promueven fórmulas nuevas para construir el futuro, y luego defienden obstinadamente los
propios cargos como “indispensables” para llevar adelante sus proyectos.
La democracia, en algunos lugares, está llena de paradojas. Porque algunos exigen a los de fuera
una libertad que luego niegan a los miembros del propio partido. De este modo, usan dos
medidas: una para abrir espacios a la búsqueda de los propios planes, y otra para aplastar
cualquier oposición interna que pudiera debilitarles en sus ambiciones.
Esas son algunas de las paradojas democráticas. Sin olvidar otras, como la falsa suposición de
que lo votado por una mayoría será lo mejor para todos. En realidad, todo pueblo necesita
gobernantes justos, no demagogos aplaudidos por las masas y luego incapaces de llevar adelante
un programa económico y social mínimamente válido.
Por desgracia, para algunos la palabra democracia se ha convertido en un talismán con el que
suponen que todo se arregla con partidos y votaciones, cuando en realidad siguen vivas en
muchos corazones prepotencias y ambiciones que destruyen la armonía social, que promueven
enfrentamientos estériles, que llevan a divisiones y luchas, a veces con consecuencias dañinas
sumamente graves.
Reconocer y denunciar esas paradojas es sólo un primer paso para replantear la organización de
la vida política no según estereotipos y frases hechas, sino desde un criterio básico: la búsqueda
de la justicia para todos. Sin discriminaciones, sin favoritismos, sin castas de poder encerradas
en sí mismas.
Sólo entonces podrán abrirse espacios a sociedades más acogedores, más sensibles a las
necesidades de las familias y de los pobres, de los ancianos y de los enfermos, de los jóvenes y
de los trabajadores, de los ya nacidos y de los que están en camino hacia el gran día del parto. Y
la democracia, una vez sanada, empezará a ser no sólo un mecanismo útil, sino un medio válido
para superar enfrentamientos absurdos y para promover armonía y paz entre la gente.