TIEMPO PARTICULAR
Todos los años, llegado este tiempo, la Iglesia nos invita a abrir un tiempo
para la espera.
Es un breve tiempo hasta Navidad.
Es el tiempo del adviento.
Un tiempo donde se nos unen la espera, la certeza y la esperanza.
Sin lugar a dudas un tiempo por demás particular.
Un tiempo donde se nos une la necesidad de una espera activa y la certeza
de que habrá de llegar.
Navidad no es un día que llega sino una realidad que se construye desde el
día a día.
Navidad es una tarea que nos involucra en cuanto hombres de buena
voluntad.
Por ello es que necesitamos renovar la certeza que ha de motivar nuestra
espera.
Esta espera alimenta nuestra esperanza.
Cuando hay certeza, parecería, no hay lugar para la esperanza puesto que
esta se alimenta del “ojala”.
La esperanza pone cuotas de inseguridades y situaciones que, tal vez,
“pueden ser”.
Navidad es un tiempo que nos acerca realidades como amor, cercanía,
fragilidad, ternura, pequeñez, sencillez y cotidianidad.
Navidad es la palabra mas tierna pronunciada por Dios.
Cuando Dios dice “Navidad” el mundo se llena de sonrisas despertadoras de
ternuras.
El mundo se hace un algo mas humano porque mas fraterno.
La preparación de esa fecha se nos vuelve certezas que se alzan sobre el
horizonte del mañana y se transforma en una espera que se hace
compromiso de vida.
Ninguna de las realidades que nos acerca Navidad deja de implicar vida
hecha acción.
Dios pronuncia Navidad y nuestras manos deben de llenarse de una
actividad colmada de cercanía para con los demás.
Navidad es espera que se vuelve búsqueda, audacia, compromiso y
transformación.
Nunca adentrarnos a la realidad de la Navidad es fácil porque implica mucho
de nosotros.
Anhelamos la esperanza y, por ello, renovamos la espera desde la audacia y
la osadía.
Anhelamos la esperanza y ello hace que la espera se nos colme del transitar
por caminos nuevos.
Es un tiempo particular porque jamás transitamos por caminos ya
construidos.
No esperamos de brazos cruzados sino desde un activo compromiso donde
asumimos un algo del espíritu de la Navidad e intentamos hacerlo realidad.
Porque esperamos con esperanza nuestra certeza se agiganta y se hace
búsqueda y tarea.
Todos los años la construcción de este tiempo requiere de nosotros de la
audacia de transitar por esas realidades que hacen a los desafíos propios
del hoy.
No es una celebración mirando hacia atrás sino que es una espera y
esperanza colmada de realidad y actualidad.
Nuestro cristianismo transita por los caminos del hoy.
Son, siempre, caminos de encuentros y situaciones concretas por ello
siempre caminos nuevos.
La espera es toda una tarea de construcción desde el desafío de la novedad.
No revivimos la Navidad de hace poco más de dos mil años.
Esperamos y celebramos la Navidad de hoy.
Lo nuevo es, casi siempre, lo que no conocemos plenamente puesto que
nos limitamos a vislumbrar.
Es en esa realidad con atisbos de mañana donde crece la esperanza y la
certeza de su irrupción.
Tiempo particular porque tiempo de tarea y de espera.
Tiempo particular porque tiempo de esperanza y apertura a lo nuevo.
Tiempo particular porque tiempo de certeza de un advenimiento pleno de
luz y gozo.
Tiempo particular porque tiempo de realismo y de ilusiones.
Tiempo particular porque cercano de parto y mañana distinto.
Tiempo particular porque tiempo nuestro y tiempo de Dios hecho niño que
ha de venir.
Padre Martín Ponce de León SDB