“Ninguna calamidad, por devastadora...”
La solidaridad es como un fuego escondido bajo las cenizas de la costumbre, pero
en Filipinas resulta frecuente que vientos y aguas salvajes la pongan patas arriba y
dejen a la luz esa vibración de todo un pueblo. En esta ocasión el mundo entero,
sobrecogido, responde en estas horas a las necesidades más urgentes. En primera
línea están organizaciones eclesiales como Caritas y Manos Unidas, sin olvidar la
ayuda directa enviada por el Papa Francisco.
Un acontecimiento como éste deja a la vista las razones para vivir y para construir
el futuro. La solidaridad no consiste en un instante de compasión ni una respuesta
bien organizada, la anima una pasión por la vida que en Filipinas nace de la gran
historia cristiana de su pueblo. El tifón ha provocado miles de muertos y se ha
llevado por delante años de duro trabajo, ilusiones y esperanzas. Pero la
experiencia de un Bien presente que ninguna muerte puede abatir, o sea la fe, no la
ha podido extirpar. Y esa es la mayor palanca que existe para caminar y
reconstruir. En este sentido están dichas las palabras, “Ninguna calamidad, por
devastadora que sea puede apagar el fuego de nuestra esperanza”, por el Presiente
de la Conferencia Episcopal Filipina.
Jesús Domingo Martínez