COMPRENSIÓN
La realidad básica del mal
Primero que todo, tenemos que definir a la maldad, que es la cualidad de lo que es
malo. Hasta aquí todo es fácil, pero cuando hablamos del “mal”, hay diferentes
formas de ver las cosas.
El modelo médico (que incluye a los siquiatras) ve al mal en términos de
enfermedad (y al bien, en términos de salud). Y esta es una forma muy útil y eficaz
de mirar a las personas.
En cambio, el modelo religioso tradicional cristiano ve al mal como una fuerza (el
demonio) que lucha titánicamente contra la fuerza del bien (Dios); y el campo de
esa batalla está en el alma humana.
La maldad es demasiado importante como para entenderla desde un solo punto de
vista; es una realidad demasiado vasta como para entenderla usando un solo
modelo. Los teólogos, por ejemplo, no entran a analizar la maldad, tal como la
mentira. Por ello, generalmente, no es necesario ni conveniente conocer un modelo
único. ¿Y cuál de los dos tiene la razón? ¡Los dos, ya que ambos abordan puntos
de vista distintos!
El problema está en la realidad básica del mal; es decir, sus causas. La
comprensión de esa realidad es algo inexpugnable para el hombre; y cuando más
podría aproximarse a ella. Entonces, ¿para qué tratar de entenderla? La pregunta
misma usa el lenguaje propio del “nihilismo”, una herramienta más del demonio (se
ha comprobado que en todos los relatos de exorcismos las voces demoníacas
proponen un nihilismo de uno u otro tipo).
Ustedes hermanos, ¡no pueden caer en ello! Es mucho mejor algún destello de
comprensión del mal, que permanecer en la oscuridad de las tinieblas. ¡He ahí la
razón por la que escribo esto! A pesar de que el problema del mal sigue siendo un
misterio, no podemos separarlo del problema del bien (que es un misterio aún
mayor), porque si no hubiera bien en el mundo, no podríamos considerar el
problema del mal. Igual que no sería legítimo investigar la maldad humana sin
considerar, a la vez, la bondad. En este sentido la ciencia y la religión se
complementan.
Para proseguir es necesario que busquemos una definición provisoria del mal. Y
creo que todos los seres del mundo tenemos una concepción generalmente
aceptada: “El mal es una oposición a la vida”. En síntesis, tiene que ver con matar,
con la muerte innecesaria. El asesinato no es una abstracción. Es decir que, quitar
la vida no se refiere únicamente al asesinato físico. ¡El mal es también aquello que
mata al espíritu! El bien, por el contrario, es lo que estimula la vida y la vitalidad.
El mayor problema del mal es que las personas que lo practican niegan admitir sus
propias fallas y, en realidad, desean proyectar su maldad en otros. Con esto
entramos en el pecado. Y eso es harina de otro costal.