Hablan para todas las personas de bien que quieran escucharles.
Una cuestión que se apresta a esgrimir el defensor del laicismo beligerante es que
los obispos no pueden pretender hablar para todos. Reducido el argumento al
absurdo, imaginemos los gritos de la prensa más radical si los obispos, en lugar de
hablar para todos, se dedicasen a emanar documentos secretos que se moviesen
en el sigilo sectario de una organización cerrada. La Iglesia sería inmediatamente
vetada por ese oscurantismo. Luego los obispos sí pueden y deben hablar para
todos.
Para quienes hablan los obispos. Hablan, como siempre indican, para todas las
personas de bien que quieran escucharles. Y en particular, dentro de ese conjunto,
al subconjunto de creyentes que espera el consejo de su Madre la Iglesia sobre
temas que competen a cualquier ámbito de la vida.
¿Pueden opinar los obispos sobre cuestiones morales? No solo pueden, sino que
deben. Y a los que se quejaban por el documento sobre moral sexual solo queda
plantearles esta cuestión: ¿no será que lo que les ofende es que lo que digan los
obispos sigue siendo escuchado?
Jesús Domingo Martínez