EDUCACIÓN EN LA FE Y FAMILIA
LA FE BAUTISMAL DEBE CRECER
El Catecismo de la Iglesia Cat￳lica (1253) dice que el bautismo es “el sacramento
de la fe”, un don que Dios hace al bautizado, incluso a los ni￱os. Pero la fe, en
cuanto tarea humana, está llamada a crecer: “en todos los bautizados, ni￱os y
adultos, la fe debe crecer después del bautismo” (Catecismo de la Iglesia Cat￳lica
1254) . El germen de la fe, transmitido eficazmente en el bautismo, ha de crecer y
madurar en orden al conocimiento de los contenidos de la fe y de la vida cristiana.
Es la gran tarea de la catequesis, de la que ningún cristiano está dispensado.
Tampoco los adultos. Se habla del catecumenado de tercera edad. “Lo que sucede
en el bautismo es el comienzo de un proceso que abarca toda nuestra vida. Nos
hace capaces de eternidad” (Benedicto XVI, 3-4-2010).
Los padres, en nombre del niño, con el símbolo del cirio, reciben la llama de la fe:
tienen que procurar que esté continuamente alimentada. Siendo educadores de la
fe de sus hijos, desarrollan en ellos el germen de la vida nueva hasta llegar a su
plena madurez. Los años de la niñez y de la juventud deben ser un camino de
iniciación a la vida cristiana y de inserción en la Iglesia.
LA FAMILIA, ESCUELA DE FE Y DE VIDA CRISTIANA
La familia cristiana ha de responder siempre con la obediencia de la fe, que debe
ser educada permanente. La fe transmitida en familia, mediante el conocimiento y
el corazón, es mucho más que una sencilla tradición. Es necesario que se convierta
en una profunda y exigente opción de vida. La fe como respuesta vital constante ha
de ser cultivada. No basta con haberla recibido y guardarla como un precioso
tesoro.
La familia es la primera y natural comunidad educadora del ser humano. Por tanto,
a la familia le incumbe “fundamental y ontol￳gicamente el deber de la educaci￳n
cristiana de los hijos” (Juan Pablo II, 28-6-84). Dice el Catecismo de la Iglesia
Cat￳lica: “El hogar es así la primera escuela de vida cristiana” (1657).
La familia es por sí misma el mejor ambiente para educar a los hijos en la fe y en la
vida cristiana. Un ambiente creado y animado permanentemente por la fe y el
testimonio de los padres: una fe sincera y coherente y una vida conforme con esta
fe. La familia, iglesia doméstica, es lugar de aprendizaje, a través del ejemplo de
los padres, de actitudes y criterios cristianos sólidos que se conservarán a lo largo
de toda la vida. La infancia es un período trascendental para transmitir la fe a los
niños en el que la familia tiene un papel que jugar propio e irrenunciable con la
fidelidad de los padres a Cristo, la conformidad de su vida con el Evangelio así
como con la oración en familia.
EL ESPÍRITU SANTO, MAESTRO EN LA EDUCACIÓN DE LA FE
El crecimiento y la maduración de la fe a lo largo de toda la existencia se hace bajo
la acción del Espíritu Santo, el Maestro Interior, que actúa en la conciencia y en el
coraz￳n. Es el primer pedagogo “del crecimiento de nuestra fe y de nuestra vida
cristiana” (Catechesi Tradendae 73).
En el bautismo recibimos el don de la fe, como virtud sobrenatural, que debemos
activar a lo largo de nuestra vida cristiana. Tanto el origen de la fe como su
desarrollo y crecimiento, así como su permanente educación y profundización,
siguen siendo un don del Espíritu Santo. “Después del comienzo de la fe, todo su
posterior desarrollo se produce bajo la acción del Espíritu Santo. Especialmente la
continua profundización de la fe es obra del Espíritu Santo, que da a alma una
perspicacia siempre nueva para penetrar el misterio” (Juan Pablo II, 8-5-1991). El
Espíritu, desde lo más íntimo del corazón, nos va ayudando a comprender el
mensaje recibido. Y es el Espíritu de la verdad el que asegura permanentemente la
fiel transmisión e irradiación del Evangelio.
Los padres deben considerarse un instrumento dócil y vivo del Espíritu, atento a sus
inspiraciones, en comunión con el Él en la oración.
ENSEÑANZAS DE BENEDICTO XVI
Discurso, 11-6-2007.- Educar en la fe es educar también en el seguimiento y el
testimonio de Cristo. Es ayudar a los hermanos a establecer una relación existencial
con Cristo y con el Padre. Educación no sólo en la fe y en el seguimiento, sino
también en el testimonio del Señor Jesús.
La tarea de educar implica una atención especial a niños, muchachos y jóvenes.
Corresponde, ante todo, a la familia.
Son muchas las familias que no están preparadas para cumplir esa tarea; y algunas
parecen poco interesadas en la educación cristiana de sus hijos, o incluso son
contrarias a ella: aquí se notan también las consecuencias de la crisis de tantos
matrimonios. Para la educación y la formación cristiana son necesarias la oración y
la amistad personal con Jesús, pues sólo quien conoce y ama a Jesucristo puede
introducir a sus hermanos en una relación vital con él.
Los adolescentes y los jóvenes, cuando se sienten respetados y tomados en serio
en su libertad, a pesar de su inconstancia y fragilidad, se muestran dispuestos a
dejarse interpelar por propuestas exigentes; más aún, se sienten atraídos y a
menudo fascinados por ellas.
El auténtico educador también toma en serio la curiosidad intelectual que existe ya
en los niños y con el paso de los años asume formas más conscientes. La labor
educativa implica la libertad, pero también necesita autoridad. Por eso,
especialmente cuando se trata de educar en la fe, es central la figura del testigo y
el papel del testimonio.
Audiencia, 24-10-2012 .-La educación en la fe debe comprender un conocimiento
de sus verdades y de los acontecimientos de la salvación, pero sobre todo “un
verdadero encuentro con Dios en Jesucristo, de amarle, de confiar en Él, de forma
que toda la vida esté involucrada en ello”
Audiencia del 28-11-2012: S e refirió el Papa al papel de la familia en la
educaci￳n en la fe de sus hijos: “También en nuestro tiempo un lugar privilegiado
para hablar de Dios es la familia, la primera escuela para comunicar la fe a las
nuevas generaciones. Siendo los padres los primeros y fundamentales educadores
de sus hijos, deben asumir “la responsabilidad de educar, de abrir las conciencias
de los pequeños al amor de Dios como un servicio fundamental a sus vidas, de ser
los primeros catequistas y maestros de la fe para sus hijos”.
En la educaci￳n de la fe en la familia, en esta ocasi￳n destacaba el Papa “ la
vigilancia , que significa saber aprovechar las ocasiones favorables para introducir
en familia el tema de la fe y para hacer madurar una reflexión crítica respecto a los
numerosos condicionamientos a los que están sometidos los hijos. Esta atención de
los padres es también sensibilidad para recibir los posibles interrogantes religiosos
presentes en el ánimo de los hijos, a veces evidentes, otras ocultos”.
También habló de la alegría: la comunicación de la fe debe tener siempre una
tonalidad de alegría. Es la alegría pascual que no calla o esconde la realidad del
dolor, del sufrimiento, de la fatiga, de la dificultad, de la incomprensión y de la
muerte misma, sino que sabe ofrecer los criterios para interpretar todo en la
perspectiva de la esperanza cristiana”. Y a￱adía que es importante ayudar a todos
los miembros de la familia a comprender que “la fe no es un peso, sino una fuente
de alegría profunda; es percibir la acción de Dios, reconocer la presencia del bien
que no hace ruido; y ofrece orientaciones preciosas para vivir bien la propia
existencia”.
Finalmente destacó Benedicto XVI “la capacidad de escucha y de diálogo : la
familia debe ser un ambiente en el que se aprende a estar juntos, a solucionar las
diferencias en el diálogo recíproco hecho de escucha y palabra, a comprenderse y a
amarse para ser un signo, el uno para el otro, del amor misericordioso de Dios”.
MARIANO ESTEBAN CARO