MISIÓN EVANGELIZADORA DE LA FAMILIA
LA MISIÓN EVANGELIZADORA DE LA IGLESIA
Por su misma naturaleza la Iglesia es misionera. "Como el Padre me envió, así
también os envío yo" (Jn 20, 21), dijo Jesús resucitado a los Apóstoles en el
Cenáculo. La misión de la Iglesia es continuación de la de Cristo: llevar a todos el
amor de Dios, anunciándolo con palabras y, sobre todo, con el testimonio del
amor. El compromiso misionero y el anuncio del Evangelio es el servicio primero y
más valioso “que la Iglesia puede prestar a la humanidad y a toda persona que
busca las razones profundas para vivir en plenitud su existencia” (Benedicto XVI,
Mensaje, 6-1-2011).
También en nuestros días la comunidad cristiana está enviada a todos los hombres,
para darles a conocer el Evangelio y anunciarles el camino de la salvación. Es
vocación irrenunciable del pueblo de Dios y un deber nacido del mandato de Cristo,
así como elemento constitutivo de la naturaleza de la Iglesia, misionera en su
conjunto y en cada uno de sus miembros.
A toda la Iglesia se le plantea el desafío de la nueva evangelización, que se refiere
de modo especial las Iglesias de antigua fundación. En algunos territorios avanza el
fenómeno de la secularización; en otras regiones hay un claro distanciamiento de la
sociedad en su conjunto con relación a la fe. Hay zonas casi completamente
descristianizadas, que rechazan el mensaje cristiano. Necesitan un primer anuncio
del Evangelio. “Es cada vez mayor la multitud de aquellos que, aun habiendo
recibido el anuncio del Evangelio, lo han olvidado y abandonado, y no se reconocen
ya en la Iglesia; y muchos ambientes, también en sociedades tradicionalmente
cristianas, son hoy refractarios a abrirse a la palabra de la fe” (Benedicto XVI,
Mensaje, 6-1-2011).
LA FAMILIA, EVANGELIZADA Y EVANGELIZADORA
Su cometido evangelizador lo vive la familia cuando acoge y anuncia la Palabra de
Dios. También la iglesia doméstica tiene necesidad de ser incesantemente
evangelizada y educada en la fe. Es objeto y sujeto de la evangelización: a la
familia llega el Evangelio y ella lo anuncia. Es sujeto primario de evangelización en
el doble sentido de ser destinataria y, a la vez, vehículo de transmisión del
Evangelio.
La familia cristiana evangelizada se hace comunidad evangelizadora, que transmite
e irradia el Evangelio. El bautismo es el fundamento de esta misión evangelizadora
de la familia cristiana, que, con la gracia del sacramento del matrimonio, recibe una
nueva fuerza para transmitir la fe.
El ministerio de evangelización de los padres cristianos es insustituible y asume las
características propias de la vida familiar: amor, sencillez, concreción y testimonio
diario. Los padres deben evangelizar y educar permanentemente en la fe a sus
hijos (niños, adolescentes y jóvenes). Este ministerio proviene de la única misión
de la Iglesia y, por ser eclesial, ha de estar en estrecha comunión con ella. La
familia cristiana, iglesia doméstica, es célula fundamental de la sociedad y de la
Iglesia: en ella se vive y se transmite la fe. Por ello, la familia tiene que ocupar un
lugar destacado en la evangelización.
LA FAMILIA CRISTIANA HA DE SER MISIONERA
La iglesia doméstica será evangelizadora, si verdaderamente es comunidad
creyente. Tanto más evangelizadora será la familia cuanto más madura sea la fe de
sus miembros. Esta tarea de la familia cristiana es una exigencia de su participación
en la misión profética de la Iglesia.
En realidad se da un verdadero intercambio educativo y evangelizador entre padres
e hijos, ya que también los padres reciben el testimonio de sus propios hijos, como
es el de su sencilla aceptación del Reino de Dios, puesta por Cristo como modelo. A
su vez, los padres tienen una misión trascendental con relación a sus hijos, ya que
están encargados de su educación no sólo humana, sino también cristiana. Tan
importante es esta tarea que la evangelización depende en gran medida de la
familia cristiana, iglesia doméstica.
La misión evangelizadora de la familia nace del bautismo y de la confirmación.
Además, la gracia del sacramento del matrimonio da su fuerza propia a la familia
cristiana para que sea un espacio donde el Evangelio se transmita y se irradie
permanentemente. En primer lugar, esta tarea la ejerce la familia al presentar a
sus hijos para el bautismo, ayudándolos, desde la más tierna edad, a crecer en la
fe mediante el testimonio de su vida (Catecismo de la Iglesia Católica 2226).
Desde la familia cristiana el evangelio se puede irradiar a otras familias. Una
actividad misionera muy especial se da también en el mismo seno de la familia
cuando alguno de sus miembros ha perdido la fe o no la vive consecuentemente. El
testimonio, Evangelio vivido, será el mensaje más convincente. Cuando los hijos se
cierran al mensaje cristiano, los padres tienen que confiar en la gracia del Espíritu
Santo, infundido en ellos con el sacramento del matrimonio, que los ayudará y los
guiará. La constancia, la serenidad, el respeto y, sobre todo, el amor y la entrega a
los hijos serán una proclamación del Evangelio, silenciosa, pero muy eficaz. La
familia hará la mejor aportación a la misión de la Iglesia, si en su seno surge la
vocación misionera de alguno de sus hijos.
LA FAMILIA HA DE TRANSMITIR EL EVANGELIO
La misión educativa de la familia es un verdadero ministerio para transmitir e
irradiar el Evangelio. La familia cristiana, como iglesia doméstica, constituye la
escuela primera y fundamental para la educación en la fe. Los padres reciben en el
sacramento del matrimonio la gracia y la responsabilidad de la educación cristiana
de sus hijos.
La misma vida familiar es itinerario de fe, permanente iniciación cristiana y escuela
de los seguidores de Jesús. En el ejercicio de este ministerio, los padres son los
primeros anunciadores del Evangelio para sus hijos. También, como iglesia
doméstica, la familia en la educación de los hijos ha de anunciar el Evangelio de la
vida frente a la cultura de la muerte.
La misión evangelizadora de la familia no tiene fronteras: los padres cristianos,
como testigos de Cristo, deben ser verdaderos misioneros del amor y de la vida. La
iglesia doméstica, incluso para los alejados, debe ser un signo de la presencia y del
amor de Cristo. Es muy importante la aportación que una familia cristiana, bien
formada y de vida moral ejemplar, puede dar al anuncio del Evangelio.
LA FE SE FORTALECE DÁNDOLA
El Catecismo de la Iglesia Católica (168), expresa con las siguientes palabras el
proceso evangelizador recíproco que se da principalmente en el ámbito de la
familia: “El creyente ha recibido la fe de otro, debe transmitirla a otro. Nuestro
amor a Jesús y a los hombres nos impulsa a hablar a otros de nuestra fe. Cada
creyente es como un eslabón en la gran cadena de los creyentes”. La comunidad
familiar ha de acoger la Palabra de Dios para poder anunciarla y transmitirla. Así la
fe de cada uno arraigará más profundamente en la vida, ya que “la fe se fortalece
dándola” (Juan Pablo II, RMs 2).
Es la familia un espacio especialmente adecuado para transmitir la propia
experiencia de fe cristiana, contrastada todos los días y hecha ciertamente de
persona a persona. Este anuncio de la fe nace del amor, que es expresión de
comunión. No es la relación maestro-alumno la propia de la familia, sino la del
padre y la madre con su hijo.
El intercambio educativo entre los padres y sus hijos es un momento fundamental
de la comunión en el amor, que se vive en la familia. Y el más importante en el
seno de la familia cristiana es el intercambio evangelizador, por el que se recibe la
fe y se da testimonio de ella. La evangelización en el seno de la comunidad familiar,
iglesia doméstica, no es individual, sino que se lleva a cabo según la modalidad
comunitaria, propia de la familia. La educación de los hijos en la fe es totalmente
necesaria y la forma fundamental de toda catequesis.
MARIANO ESTEBAN CARO