PARA LOS SENCILLOS DE CORAZÓN
Poder creer que Jesús es Cristo es una cuestión para sencillos de corazón.
Sí, porque ello es una cuestión de fe auténtica.
Esa fe que se hace vida, que se manifiesta en obras.
Esa fe que se expresa en gestos bien concretos de la vida cotidiana.
Una fe que no se formula muchos cuestionamientos sino que se exige
muchos compromisos.
No alcanza con el cumplimiento de algunas prácticas sino que busca y
pretende hacer, de la vida, un compromiso con lo que se cree.
Las prácticas ayudan a la tarea fortaleciéndola y volviéndola convincente.
Lo que se cree pasa por ir asumiendo posturas y actitudes que Cristo vivió.
Es amar con idéntica preferencia lo que Él amó.
Es jugarse por lo que Él se jugó.
Es intentar tener, ante la vida, la misma postura que Él supo tener.
Todo ello se hace un exigente compromiso y un creciente corazón sencillo.
Es, cotidianamente, perder, un poco o un mucho, la vida para experimentar
el gozo de permitirle ser.
Solamente el corazón sencillo es capaz de amar desinteresadamente y al
creer en Cristo nuestro corazón se colma de la necesidad de un compromiso
vivo para con los que Él amó.
Corazón sencillo se requiere para amar sin formularse muchas preguntas y
por la única razón de que, así, nos amó y nos ama Él.
Es, sin muchas complicaciones, descubrir la presencia viva de Dios en todos
y cada uno de los momentos de nuestro día y, desde allí, dejarnos conducir
por Él.
Solamente el de corazón sencillo posee la capacidad de abandonar su vida
en las manos providentes de ese Dios que nunca nos defrauda ni abandona.
Porque se requiere de mucha sencilla confianza para abandonarse en Dios.
¡Casualmente en Dios!.
Quizás nos sería mucho más fácil abandonarnos en las manos de algún ser
más concreto, más abarcable, más tangible. Sería mucho más fácil poder
descubrir sus gustos y hasta podríamos anticiparnos a muchos de sus
deseos.
Pero Dios........... nunca deja de sorprendernos.
Parecería como que se empeñase en demostrarnos que no le conocemos
completamente, que no le complacemos acabadamente y que siempre tiene
algo nuevo o más para solicitarnos.
Por ello es que es tan difícil abandonarse totalmente a Dios.
Por otro lado, Él, jamás se cansa de darnos nuevas oportunidades, de
renovar su confianza en nosotros y de hacernos saber que ha querido
contar con nuestras fuerzas.
Esta doble realidad nos podría ubicar en una incómoda situación pero si
somos sencillos de corazón no dudamos en aceptar que así son y serán las
cosas y que jamás habremos de revertir la misma.
Creer en Jesús como Cristo es establecer una directa relación con Dios y
con los demás puesto que Él así vivió.
Esto hace que nuestra fe no se limite a una oración o una contemplación
sino que nos impulsa a una acción.
Creer en Jesús como Cristo es intentar vivir a Dios para los demás.
Con la certeza de que nos habremos de equivocar muchísimas veces.
Con la seguridad de que nuestro testimonio es y será tremendamente
limitado y pobre.
Con la convicción de que siempre habremos de estar en un camino de
constante búsqueda.
Pero igualmente intentándolo porque no hemos sido nosotros los electores
de tal tarea sino que Él ha encontrado motivos para confiárnosla.
Los sencillos de corazón se saben instrumentos en las manos de Dios y por
lo tanto poseedores de esa única certeza.
Todo lo demás pasa por una voluntad de Dios que se hace necesario buscar
a fin de que se pueda intentar ser un poco más fiel.
Padre Martín Ponce de León SDB